miércoles, 30 de septiembre de 2009

como en el cine del 007, sólo que más dramático con sangre y muertes de verdad. Palo Santo y las operaciones encubiertas de Walter Andrade (rambo)


El mundo de las “operaciones encubiertas” es muchas veces escabroso y quienes lo frecuentan saben muy bien de los múltiples peligros que corren y están plenamente conscientes de que en cualquier momento pueden dejar el pellejo, cosa que ocurre casi siempre con aquellos que “saben demasiado”.

Una “operación encubierta” en buen romance es cualquier acción que realiza un determinado grupo, por lo general gubernamental, para forzar un acontecimiento sin que se sepa de donde viene la mano. Una “operación encubierta” es, por ejemplo, perpetrar un acto terrorista dejando las suficientes señales para que los responsables parezcan otros. Lo es también infiltrar algunas organizaciones para impulsarlos a incurrir en actividades que pudieran justificar una acción violenta contra ellos o para generar determinado efecto político.

Este tipo de operaciones son mucho más frecuentes de lo que se cree y constituyen la escala más alta dentro de las actividades de los organismos de Inteligencia. Por sus características deben realizarse en la más absoluta reserva; solo unos pocos pueden conocer el verdadero objetivo de una determinada operación y es frecuente que los mismos actores lo ignoren.

Para mantener este absoluto hermetismo no es raro que los mismos protagonistas sean posteriormente aislados y en casos extremos, eliminados físicamente. La norma es no dejar cabos sueltos o personas que pudieran soltar la lengua.

Estas normas sin embargo no siempre se siguen al pie de la letra y se dan casos en los que se dejan al azar o no se contemplan algunos detalles que pueden conducir a desvelar los pormenores de una “operación encubierta” lo que puede poner en serio riesgo a quienes la propiciaron.

El caso Rozsa y la supuesta organización terrorista que dirigía, podría tratarse de una típica “operación encubierta” : Se contrata a un grupo de personas con alguna experiencia en Inteligencia policial o militar; se los trae al país y se les asigna la tarea de tomar contacto con algunos inexpertos e incautos ciudadanos previamente identificados, a los que se quiere involucrar en afanes separatistas con el único fin de anularlos políticamente.

Este grupo funciona bajo la estricta vigilancia del organismo de Inteligencia gubernamental, en este caso la Utarc, al extremo de que el jefe de este organismo tiene una estrecha relación con los extranjeros contratados y hasta llega a fotografiarse con ellos tomando algunos tragos en una reunión social, lo cual de por si ya es una trasgresión a las normas de seguridad que implican una “operación encubierta”.

Una vez armado todo el operativo y que el grupo de contratados tomó los contactos necesarios y logró involucrar a las personas señaladas por el mandante, los contratados ya no son necesarios y son expeditivamente eliminados dejando vivos solo unos cuantos que deberán decir lo que saben y lo que no saben a cambio de su vida y de un arreglado juicio.

Sin embargo no toda “operación encubierta” es perfecta y no todos los organismos de Inteligencia son monolíticos y suele ocurrir que algo falla. Entonces comienza a conocerse otros detalles que ponen en situación incómoda a los promotores quienes deciden nuevamente dedicarse a eliminar los cabos sueltos. (la foto es de El Deber)

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