sábado, 21 de enero de 2012

Carlos Gil venezolano (palo blanco de alguno muy poderoso) está acaparando Gran Poder Mediático en Bolivia a vista y paciencia de autoridades y medios que no atinan a pararle el coche. (H. Vacaflor)


El ciudadano venezolano Carlos Gil, amigo de Hugo Chávez, está actuando en Bolivia como un monopolio en crecimiento constante, ante la mirada azorada e impotente de los bolivianos.
La fortuna de este señor, de cuya existencia no se conocía antes de la llegada del actual gobierno, le ha permitido en los últimos años acaparar dos diarios en La Paz, un canal de Tv nacional, las acciones del ferrocarril oriental, la más grande empresa oleaginosa del país, una radio nacional, avanza sobre una empresa de distribución eléctrica en La Paz y está moviendo sus piezas en el sector cementero.
Sus adquisiciones en el sector de las comunicaciones son muchas más de las mencionadas y no tienen freno. Asociado con personalidades vinculadas al gobierno, sólo compra medios, sin importarle cuánto cuestan, porque quizá le parecen precios muy bajos para los volúmenes de ingresos que él maneja.
Hace poco tiempo, en Inglaterra el australiano Rupert Murdoch, que había adquirido el legendario diario The Times, quiso seguir acaparando medios, pero la ley se lo prohibió. No puede, una sola persona, tener tanto poder en los medios de comunicación de un país, y menos si es extranjera.
Pero en Bolivia, como lo está comprobando ahora el señor Gil, no hay este tipo de restricciones y quien tiene dinero puede acapararlo todo, adueñarse de empresas con larga trayectoria, hechas con el esfuerzo de muchas personas, empresas que se habían convertido en verdaderas instituciones nacionales, en verdaderas banderas, pero que pueden ser compradas por un insistente comprador.
Hace dos años, cuando adquirió un hasta entonces buen matutino paceño, Gil pagó alrededor de 18 millones de dólares, aparte de lo que había pagado por una cadena de Tv asociada al matutino. Un monto semejante, financiado por la banca, sería muy difícil de repagar, sobre todo en un país con una cartera publicitaria tan chica como Bolivia.
Por lo que ha hecho el señor Gil y sus asociados con el aludido matutino, no tiene un mensaje claro para trasmitir, salvo que quienes deben hacerlo no sean capaces de hacer su trabajo. Todo indica que la compra aquella fue hecha por el afán de desplazar a unos empresarios nacionales, además de profesionales de la comunicación.
Asociado con capitales españoles, Gil adquirió un canal de Tv por cable en Estados Unidos, con lo que mostró que por lo menos tiene un interés político, el de llevar a los televidentes de ese país un mensaje favorable sobre Hugo Chávez.
El empresario Gil y sus socios bolivianos, muy altos en la jerarquía política nacional, tendrían que exhibir el origen de sus recursos cada vez que hacen una compra, si es que el gobierno boliviano aplicara las previsiones recomendadas por la ONU sobre el lavado de dinero.
El 13 de febrero, el gobierno nacional deberá dar examen en París sobre lo que haya podido avanzar para reducir el intenso lavado de dinero del narcotráfico en el país. Estos negocios, estas compras compulsivas, son un referente muy malo para el gobierno boliviano en la prueba que debe rendir ante el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).

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