lunes, 16 de octubre de 2017

el columnista Echalar que escribe con donaire recrea sus recuerdos de nino de 7 anos, sobre la muerte del Che. su crónica sincera y desprovista de pasión política muestra el impacto del suceso en dos facetas. lo que el Che representa en la historia de Bolivia y lo que resta de aquel dia hace medio siglo.


El bello guerrillero, su espectro y su estatua


El poder recordar un evento sucedido hace cincuenta años lo pone a uno inequívocamente entre los viejos del planeta, por más que como es este el caso, yo cumpliría siete años, un par de semanas después de la increíble noticia de la captura y fin del famoso guerrillero que ayer cumplió sus bodas de oro en el mundo de los muertos.
Del Che había yo oído hablar poco, pero sí de las guerrillas, precisamente porque una joven que trabajaba como empleada doméstica en mi casa tenía un hermano que estaba haciendo su servicio militar y que murió en el chaco boliviano combatiendo a la guerrilla. Recuerdo la desesperación de la joven hermana y a mi madre escribiendo una carta a los padres de Cristina, así se llamaba, contándoles de la muerte de su hijo. Ella había insistido en que la carta fuera en papel de luto, vale decir con un borde negro. Cristina era analfabeta, y sus padres también, alguien les leería la carta que mi madre escribió, pero era interesante, aún para un niño de la edad mía entonces, el que la importancia y ritualidad de una carta con una noticia tan terrible, tuviera que cumplirse como era debido, aún en un mundo donde casi nadie sabía leer ni escribir.
Las fotos del cadáver del Che que se publicaron en la prensa no pasaron por la censura de una tía mía que pensó que los niños nos impresionaríamos, y tenía razón, yo esquivé la censura, y un par de días después, vi el periódico que había sido ocultado, con la ayuda de una linterna, y sólo por unos segundos, y de ahí en adelante comencé a tener pesadillas con el espectro del Che. Aunque mis padres me aseguraban que los fantasmas no existían, la cocinera y la lavandera decían lo contrario, y así terminé teniendo unas horrorosas noches viendo a ese personaje barbudo y harapiento asomarse a la ventana de mi habitación.
Vivíamos en una casa grande y mi dormitorio estaba tremendamente alejado del de mis padres, el pánico que sentía cada noche en mi carrera entre mi dormitorio y el de mis padres, pasando por corredores, un solarium, y el hall de entrada, y escuchando a los gatos libres llorando en el tejado, no lo he olvidado hasta hoy.
La pesadilla se pasó, y volví a recordarla hace unos años cuando un artista que ha debido pasar por mi misma experiencia la plasmó en un monumento a Ernesto Guevara en la ceja de El Alto. Ese esperpento no es la peor escultura de los tiempos de Evo, la peor está en Buenos Aires, pero pugna ese sitial.
Cincuenta años después, la historia del Che en Bolivia es tal vez peor que la triste escultura chatarra que lo rememora, más allá de los homenajes que le está haciendo esa especie de feligresía que lo tiene como santo y mártir.
Sin desmerecer su protagonismo en la revolución cubana, la aventura de Guevara en tierras andinas sólo puede ser calificada como una “guerrilla estúpida”, esta palabra, aunque dura, refleja exactamente lo que fue esa incursión que en les costó la vida a muchos bolivianos, algunos de los cuales no tenían ninguna vela en ese entierro, y que de paso sólo lograr posicionar una vez más y en forma más contundentes a los militares en la vida política nacional.
El Che no es una figura importante en la historia de Bolivia, no es mucho más que un turista díscolo, y Bolivia no debería rendirle homenajes. Su importancia, su halo mítico pertenece a otras latitudes, la figura romántica y el look, ese “no sé qué” que lo hacía el guerrillero más guapo del mundo, corresponden al mayo del 68, en París o en Roma. De cerca, las personas y los íconos se ven menos glamorosos.
La horrorosa estatua alteña cobra un cierto sentido, vista desde el lado amable tal vez es más válida que otras que adornan algunas plazas y parques aquí y acullá, y tal vez en 50 años, ya desmontada, se convierta en una inagotable fuente de reliquias, y cierta gente, sus feligreses, tengan retazos de la misma en algún lugar de honor de sus casas.

El autor es operador de turismo

lunes, 9 de octubre de 2017

Evo capitán general de lals FFAA, admira y sigue al Che, que mató 50 soldados en Vallegrande (Evo dice que nada tuvo que ver con los uniformados) castiga bajo acoso judicial al Jefe Militar que capturó al invasor (Gary Prado) persigue a los militares que celebran la victoria sobre el Che. las FFAA parecen haber desertado de su misión. Humberto Vacaflor.


Un caso de deserción



jueves, 5 de octubre de 2017

celebra el mundo que el Nobel de Literatura recupere su cause después del "fallido premio al compositor Bob Dylan", ahora el galardonado autor es Ishiguro, un japonés famoso digno de figurar al lado e Hemingway, Churchill, Munro, García Márques o Mario Vargas.


El Premio Nobel de Literatura fue otorgado al escritor Kazuo Ishiguro


El escritor británico nacido en Japón Kazuo Ishiguro fue galardonado este jueves con el Premio Nobel de Literatura 2017, otorgado por la Academia Sueca en Estocolmo.
En la ceremonia de anuncio se destacaron las "novelas con gran fuerza emocional" del autor, que han "develado el abismo debajo de nuestro ilusorio sentido de conexión con el mundo".
Ishiguro nació en Nagasaki, Japón, en 1954, pero su familia se trasladó a Londres en 1960. Estudió en las universidades de Kent y East Anglia, y finalmente se convirtió en ciudadano británico en 1982.
Ishiguro sosteniendo en sus manos una copia de su última novela, ‘El gigante enterrado’ (Getty Images)
Ishiguro sosteniendo en sus manos una copia de su última novela, ‘El gigante enterrado’ (Getty Images)
Ha escrito novelas, cuentos, guiones e incluso letras para canciones. Pero sus obras más famosas son las novelas Lo que queda del día (The Remains of the Day, también conocida en el mundo hispanoparlante como Los restos del día), publicada en 1989 y llevada al cine en 1993, y Los inconsolables (The Unconsoled), de 1995.
Su último libro, El gigante enterrado (The Buried Giant), fue publicado en 2015.
En las especulaciones y apuestas previas, Ishiguro no estaba entre los favoritos de una lista que incluía a Margaret Atwood, Ngugi Wa Thiong'o y el eterno candidato Haruki Murakami.
‘Los restos del día’, también conocida como ‘Lo que queda del día’, es una de sus obras más famosas, publicada en 1989 y llevada al cine en una celebrada película de 1993
Sin embargo, su inmenso prestigio en la comunidad literaria es una vuelta a las bases tradicionales del Premio Nobel, tras la polémica desatada el año pasado, cuando el músico estadounidense Bob Dylan recibió el galardón.
La prestigiosa distinción se ha entregado a 113 escritores y escritoras de todo el mundo, desde 1901, y ha incluido a personalidades como Winston Churchill, Ernest Hemingway, Alice Munro y Elfriede Jelinek.
Actualmente, el Nobel dota, también, de de un premio monetario de 9 millones de coronas suecas (cerca de 1.100.000 dólares).
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