domingo, 23 de agosto de 2009

la deuda interna, de la cual no habla el vice cuando engañosamente asegura "tenemos 8 mil millones", es grande como en Argentina.. L.N. de Bs.As.

Negro, ¿cómo es que se hacía la jota?

-Es la del gancho, Negrita. ¿Te acordás?

-Claro, el gancho... después viene la O... la O es más fácil...

Dicen por ahí, en los pliegues más profundos de Mataderos, que Mónica Carranza, la Negrita fundadora de Los Carasucias, es una santa. La santa de los pobres. De chicos pobres, de madres pobres, de hombres pobres que piden en voz baja un plato de comida, y de viejos pobres que ya ni hablan; sólo van, la miran con los pocos brillos que todavía iluminan sus ojos y esperan. Esperan su turno. Su mantel limpio. Su comida caliente y la mueca piadosa de la Negrita. Los viejos pobres están curtidos en eso de acumular años de paciencia. La paciencia es el grito apagado de la miseria.

Pero Mónica Carranza no es la única. Hay muchos más, como ella, en otros lugares. Hay casi 2000 centros comunitarios (comedores y hogares manejados por voluntarios formados por la Red Solidaria) en esta Argentina que no se entiende ni se explica.

Esos chicos, esas madres, esos hombres, esos viejos, no son los únicos que todos los días golpean a la puerta de la casa de la Negrita y a las de los hogares de la fundación Los Carasucias. Hay millones como ellos que golpean otras puertas por un plato de comida, un colchón, un remedio, unas zapatillas, un techo para pasar la noche, una palabra de aliento.

Según mediciones privadas, de universidades y de redes sociales, hay alrededor de 14 millones de pobres (3.754.000 para el Indec) y, de ellos, cerca de 4,5 millones son indigentes (1.088.000 para el mismo organismo).

Mónica Carranza es analfabeta. Sólo ella, y el Negro, el Beto, su marido, saben lo que les está costando escribir la dedicatoria de un libro, su libro, que terminará en las manos de este cronista. Premiada varias veces y distinguida como Mujer del Año en 1998, la Negrita es hija de la miseria. Pero gracias a ella, a la maravillosa magia del amor, más de 10.000 personas -unas 2500 familias- hoy tienen su plato de comida, atención psicológica, educación, y más de 1500 niños desnutridos, enfermos de sida y de tuberculosis cuentan con seguimiento médico, refuerzos alimentarios y las caricias de la Negrita y su gente.

La Coordinadora de Villas de la ciudad de Buenos Aires calcula que entre 2004 y 2008 la población en las villas porteñas creció un 30%, y sus habitantes pasaron de 110.000 a más de 150.000. Para entender la magnitud: en la ciudad hay 200.000 personas en casas tomadas, 70.000 viven en inquilinatos y otras 70.000 en hospedajes. A éstas, hay que agregar unas 120.000 personas alojadas en piezas rentadas: en suma, el 20% de los habitantes de la ciudad está en situación habitacional deficitaria.

En su informe sobre la crisis social de marzo de 2009 la Universidad Católica Argentina aseguró que el nivel de pobreza en el país duplica (y más) al informado por el Indec: sería del 34%, y no del 15%, como sostiene el Gobierno.

"Los primeros datos sobre villas miserias en la ciudad de Buenos Aires -escribió el periodista y escritor Eduardo Blaustein- no refieren a pobladores de tez oscura del interior, sino a hombres y mujeres europeos, inmigrantes. En 1931, el Estado dio refugio a un contingente de polacos en unos galpones vacíos ubicados en Puerto Nuevo. Dos años atrás había estallado la crisis mundial y no es de extrañar que al primer nucleamiento se lo llamara Villa Desocupación -todo un dato social e histórico- ni que al año siguiente se conformara otro con un nombre que sería el reverso semántico exacto: Villa Esperanza."

Entonces, los conventillos ya eran postales de la geografía porteña y parecían anticipar los conflictos futuros entre sus habitantes y los de las clases más altas, preocupados más por ocultarlos que por entenderlos.

El camino hacia la desigualdad

"¿Oculta de qué? ¿Quién se oculta?", se preguntaba y a la vez le preguntaba Juan Cymes, legendario dirigente del barrio General Belgrano, o Villa 15, de Mataderos -conocida peyorativamente como Ciudad Oculta- a Eduardo Blaustein durante una investigación sobre las villas en la época prepiquetera.

Cymes murió en noviembre de 2003, a los 67 años, producto de una salvaje golpiza que recibió en la sede de la Coordinadora de Villas, Núcleos y Barrios Marginados de la Ciudad de Buenos Aires, donde era secretario.

En ese trabajo, Blaustein reproduce el párrafo inicial de la conocida novela de Bernardo Verbitsky, Villa miseria también es América: "El recuerdo terrible de Villa Basura, deliberadamente incendiada para expulsar con el fuego a su indefenso vecindario, era un temor siempre agazapado en el corazón de los pobladores de Villa Miseria. La noticia de aquella gran operación ganada por la crueldad, no publicada por diario alguno, corrió como un buscapiés maligno".

La novela fue el resultado de una serie de notas sobre el asentamiento Villa Maldonado, que Verbitsky había publicado en Noticias Gráficas, en donde trabajaba, en 1953. A partir de ese trabajo se le atribuyó a él la autoría de la denominación "villa miseria".

La fuerte migración interna durante los gobiernos peronistas de la época permitió la expansión de las villas en la ciudad y la formación de barrios obreros en paralelo a los asentamientos, circunstancia que terminó por enhebrar una relación armoniosa entre unos y otros. Fue el caso del barrio Los Perales y la cada vez más creciente villa General Belgrano (Ciudad Oculta), separados por Avenida del Trabajo, hoy Eva Perón, que divide los barrios de Mataderos y Villa Lugano.

Donde ahora se levanta Los Perales había un asentamiento llamado Ciudad Perdida. Ese predio estaba rodeado de otras villas a un lado y otro de Avenida del Trabajo: Ciudad Perdida, en Mataderos; Villa General Belgrano y Villa Pirelli, en Lugano. "El origen de la población de Los Perales fue heterogéneo -cuenta Mariano García, integrante del Programa de Participación Juvenil del Ministerio de Justicia de la Nación-, y las tensiones más fuertes no se dieron entre los habitantes de los nuevos barrios obreros y sus vecinos de las villas, sino entre aquéllos y la población de clase media porteña. Fue acerca de Los Perales que surgió la leyenda urbana según la cual los nuevos propietarios hacían asado con el parquet de los pisos de las casas."

La fraternal convivencia entre los vecinos de Los Perales y las villas vecinas produjo un hecho no menor, como el de compartir la escuela pública construida, Escuela Justicialista, hasta que el golpe de Estado de 1955 terminó con todo vestigio de peronismo.

Horacio Benevéntano, nacido en 1937 en Ciudad Oculta, recuerda: "El almirante Rojas decía que el barrio era un nido de ratas peronistas". Como era de suponer, la Escuela Justicialista fue rebautizada con el nombre de Roma (extrañamente, aún lo mantiene), y en los años posteriores las familias de Los Perales prefirieron enviar sus hijos a colegios privados de la zona, quedando la escuela Roma para los chicos de Ciudad Oculta. De aquella vieja fraternidad entre los vecinos ya casi no quedan vestigios. La convivencia comenzó a desin tegrarse entre mediados de los 90 y los primeros tiempos de la década actual, cuando el paco irrumpió en la vida de miles de villeros. En la Oculta, y en todas las villas del país.

En 2007, según un informe de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, se contabilizaron 150.000 personas viviendo en villas. Hoy, según un relevamiento de la Universidad Nacional de General Sarmiento, alrededor de 200.000 personas (el 7% de la población de la ciudad de Buenos Aires) habitan las 23 villas miseria de la Capital Federal, casi todas al Sur de la ciudad. Un estudio del Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano, de septiembre de 2008, establece que el 8,4% de los porteños vive por debajo de la línea de pobreza, y el 3,6% es indigente.

El censo de 2001 indica que en la Argentina hay 10.070.000 hogares. Según datos del gobierno nacional en 2004, el déficit habitacional era de 4.000.000 de unidades. Hoy, 4 de cada 10 argentinos vive en casas precarias. La ocupación ilegal de inmuebles, el refugio bajo de las autopistas o en vagones de ferrocarril, el alquiler de cuartos de hotel, las villas y asentamientos son estrategias usadas para paliar el déficit.

Entre 1986 y 2006, la población de villas y asentamientos en el Area Metropolitana Buenos Aires, AMBA, creció un 220%. La Universidad Nacional de General Sarmiento produjo, el año pasado, el estudio más completo sobre asentamientos y villas miseria de la ciudad de Buenos Aires y los 24 partidos del primero y el segundo cordón del conurbano. Los investigadores, coordinados por María Cristina Cravino, doctora en Antropología de la UBA e investigadora docente de esta universidad, indican que hasta 2008 había en el AMBA 819 villas y 1.200.000 habitantes. "Ese es el piso confirmado -explica Cravino-, pero según estimaciones, serían dos millones."

La antropóloga recuerda que el nombre Ciudad Oculta proviene del mundial de fútbol de 1978, cuando la dictadura hizo levantar un paredón para ocultarla de ojos visitantes.

"El barrio nació en 1937, poblado por obreros del Mercado de Hacienda, los ferrocarriles y el Frigorífico de la Torre. El 60% era argentino y el resto, paraguayo y boliviano."

En los últimos veinte años, la Oculta no dejó de crecer, y aunque ha mejorado su infraestructura, sus habitantes viven una situación de hacinamiento, inseguridad y pobreza extremos. El desempleo y el subempleo son alarmantes; el 25% de las adolescentes están embarazadas, y el centro de salud registra un caso de tuberculosis por semana.

Recostado sobre la puerta de su casa, como mirando la nada, está Manuel Videla, un jujeño de 53 años, chapista. No es de los más viejos del barrio, pero "hace 36 años que no puedo salir -se lamenta-. Hay otros peores que yo... hay gente con cincuenta años en la Oculta..." A él, y a los otros como él, le habían hablado de un buen lugar para vivir, algo así como la tierra prometida. Era el verano de 1973.

Ciudad Oculta está organizada en comisiones vecinales, cada una dirigida por un presidente elegido por los vecinos por voto directo. El presidente se encarga de repartir los materiales de construcción, de organizar la recolección de basura y de la iluminación, entre otras cosas.

"Nos llevamos bien -dice Manuel-. La gente de acá es muy solidaria. ¡Lástima el paco! Esa porquería está matando a los pibes..."

La Subsecretaría de Asistencia de las Adicciones de la Provincia de Buenos Aires señala que el consumo de drogas (incluido el alcohol) está asociado al 68% de las muertes de jóvenes de entre 15 y 24 años. Y la Oficina de Investigaciones y Estadísticas Político Criminales, del Ministerio Público Fiscal, indica que en 2007 se iniciaron 12.891 causas por drogas, pero apenas hubo condena para 1116 personas. Sólo el 8% de los procesados terminó en la cárcel.

Mónica Carranza dice que la droga fue la que más perjudicó al 90% de los pobres, "porque también hay pobres que han hecho mucha plata con la droga, sobre todo con el paco. Hoy, en cada rancho hay historias de droga. Está el pibe, el hermano mayor, el padre. Siempre vas a escuchar la misma frase: están todos dados vuelta, todos fisurados".

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