sábado, 9 de abril de 2011

parodiando a "Tiempos de Cólera" de García Máquez y al autor de "Nuevos tiempos de cólera" Marcelo Ostria retrata el escenario de una COB con Solares enfrentada al Ministro de Trabajo

“Nuevos tiempos de cólera”

Marcelo Ostria Trigo
No pretendo –ni podría– parodiar la novela del celebrado Gabriel García Márquez. Su conocida obra, se ubica en medio de una “epidemia de cólera como escenario temporal  de acontecimientos sociales que sirven de telón de fondo para narrar la experiencia de vida de Fermina y el persistente Florentino…”. Pero hay quienes que advierten que estas epidemias de cólera (también) suelen ser escenarios para cambios históricos” (Pedro Luís Castellanos. “En los nuevos tiempos de cólera”).
Así, ‘mutatis mutandis’, en Bolivia es recurrente la cólera –no la enfermedad– como sustento de la protesta y como sentimiento que lleva a la represión. Se  ahondan los enconos, se erizan los ánimos y, con demasiada frecuencia, se lamentan víctimas, muchas ajenas a los conflictos.
Nuevamente estamos pasando días de angustia. Las escenas de los enfrentamientos son ya preocupantes, y lo peor es que aceptamos la violencia  como inevitable y que es consubstancial a las demandas, a las reclamaciones, a las respuestas y al empecinamiento de los otros en ignorar los problemas –¡Qué país no los tiene!– dejando crecer los conflictos por aquel absurdo de que hay que preservar, así estén errados los encumbrados, el “principio de autoridad”, tan ajeno a estos casos. Es que esto sirve  de escape al diálogo honesto.
Los sucesos violentos suelen presagiar mayores males. Son el resultado  de una práctica perversa. Los que son parte de la protesta o la reclamación, justifican la iracundia desenfrenada, y creen, en esto con razón, que la represión es abominable. Pero cuando se invierten los papeles –en Bolivia, desde 1985 hasta 2005, siempre ganaron las elecciones los opositores– los nuevos oficialistas inmediatamente condenan las protestas y, para ellos, todas las marchas, movilizaciones y concentraciones, o son políticas repudiables o responden a intereses sectarios. Este argumento sirve de pretexto para la represión, igual o más violenta  que la protesta. Desde la oposición se fue sembrando vientos, y ahora, ya en el poder, se está por cosechar tempestades.
Es ostensible que se crean odios en las  pugnas, es decir entre los que protestan y exigen mejores salarios y el oficialismo que se resiste tercamente a considerar términos medios. Y hay un carnaval de insultos, acusaciones, malas referencias, y hasta calumnias. Protagonistas principales de esta conducta: un ex senador opaco que devino en ministro, y un antiguo y lenguaraz dirigente sindical. ¿Creerán estos dos lamentables personajes que así lograrán sus objetivos?
Los afiliados a la Central Obrera Boliviana están exigiendo mejores niveles salariales. Se nos ha venido diciendo, con machacona insistencia, que el régimen ha logrado excepcionales ingresos, en parte gracias a la nacionalización de los hidrocarburos; que esto ha permitido acrecentar las reservas del Estado en proporciones inéditas y que hay grandes proyectos para asegurar el bienestar; entonces, no parece coherente retacear incrementos en los salarios  para que los menos favorecidos compartan la supuesta bonanza, tan publicitada, que estaríamos viviendo los bolivianos.
Se menciona con mucha frecuencia que hay que humanizar la política; que la diatriba y la calumnia, degrada a sus autores. Pero, cuando el conflicto es un  estilo de gobernar, cuando los enfrentamientos son parte del método para prevalecer y, al final, cuando la violencia es la que prevalece, los tiempos políticos se acortan. Nadie, al parecer, puede adivinar los desenlaces cuando se desatan los demonios de los enfrentamientos cerriles. Entonces es que se presenta la soberbia como mala consejera; la que no deja advertir las debilidades propias y, menos aún, reconocer que no es posible “sembrar nabos en las  espaldas del pueblo”.

No hay comentarios: