Autonegación del MAS
Editorial de El Dia de S.C. Bolivia
El MAS se ha ocupado en cuatro años y medio de reforzar su legitimidad en base a una milimétrica y esmerada definición de sus enemigos: el blanco, el oligarca, el terrateniente, el neoliberal, y durante todo este tiempo ha tenido el monopolio exclusivo para determinar a los “buenos” a los “malos” de este país. A estos últimos los ha bautizado como vendepatria, terroristas, separatistas, golpistas, conspiradores, vendidos al imperio.
En esa línea el Gobierno contribuyó como en ningún otro periodo a la confrontación entre bolivianos, lo que ha exacerbado de manera dramática la desagregación social del país, ahora dividido entre múltiples facciones que, a su vez, se despedazan y se van desintegrando a medida que el oficialismo hace circular el miedo y la desconfianza entre los que ayer parecían cohesionados.
Ese espíritu disociador fue plasmado en la Constitución Política del Estado, más que una norma fundamental, un instrumento para salir de una coyuntura política, para encaramarse en el poder y construir un Estado carcelario. El Gobierno nunca tuvo intenciones de cumplir esa carta magna, la viola a cada instante y ahora ni siquiera quiere leerla y se molesta con quienes lo hacen.
Hace bien el presidente Morales en llamar “sindicato” a la Asamblea Plurinacional, un espacio que supuestamente debía ser representativo de la diversidad cultural y étnica del país, pero que se ha convertido en una amalgama perversa de autómatas que están construyendo un Estado ausente, inalcanzable y de utilidad sólo para ese pequeño círculo que rodea al caudillo. Tampoco es casual que el Primer Mandatario insista en comprarse un avión. Necesita seguir de gira, reforzar el icono indigenista que comienza a desdibujarse, tratar de demostrar con su presencia en ciertos lugares del país, que el Estado existe, porque el Estado es nada más que él. Mientras tanto, hay viceministros que afirman que no pueden enfrentar el contrabando o que se rinden ante el problema de los accidentes de carretera. Y la sequía parece ser un problema de privados.
Al MAS sólo le interesa conservar el Estado que le ayude a perpetuar su poder, mientras que desecha descaradamente al Estado que reconoce derechos, que tiende a la inclusión social y que supuestamente debía configurar la plurinacionalidad con la que tanto se machacó. Es tal el grado de autonegación en la que incurre el oficialismo, que ahora pretende recurrir a la expulsión de los nuevos “malos” –los indígenas del oriente boliviano-, a los que acusa de ser vendidos al imperialismo, pese a que éstos fueron los que le prestaron bandera y discurso.
La marcha de los indígenas está amenazada, no sólo por un ministro enajenado que les ofrece huasca, sino por grupos que parecen ser los únicos que tienen carta de ciudadanía asegurada en el Estado instrumentalizado por el MAS. Cocaleros, colonizadores que actúan como grupos de choque y milicianos disfrazados de movimientos sociales son, por ahora, los que ayudan a mostrar el verdadero perfil de este “proceso de cambio”. Más tarde, aseguran algunos, comenzarán a divisarse con claridad los otros “sectores” afines al MAS, los otros “sindicatos”, que seguramente estarán ligados a la Pachamama y no precisamente para cuidarla y preservarla, sino para servirse de ella.
El Gobierno va tamizando a los sectores que le dieron discurso y bandera. De a poco adquiere otro perfil y nuevos aliados.
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