lunes, 12 de septiembre de 2011

Roberto Méndez se refiere a la soledad que va mostrando el Gobierno apoyado hoy por "las bartolinas" y los cocaleros tras declarar "sus enemigos a oligarcas, terratenientes, separatistas, empresarios citadinos y ahora a los originarios...


En el año 1600, el escritor español Baltasar Gracian inspirado en Maquiavelo escribió: “Triste cosa es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, señal de que no tiene: ni talento que haga sombra, ni valor que le teman, ni honra que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa buena que le envidien".
Y el Gobierno actual ha tomado al pie de la letra “el sabio consejo” y se aflige cuando no tiene enemigos y entonces, si no aparecen se los va inventando.
Primero fueron los oligarcas, después los terratenientes, luego los separatistas, después la “derecha salvaje”, los empresarios vendepatria, los citadinos, los que toman Coca Cola y comen pollo, y en fin, la lista es cada vez más larga.
Y aunque se defina como de izquierda socialista, el Gobierno sigue al pie de la letra la doctrina del abogado alemán Carl Schmitt,   inscrito en la escuela del realismo político y un ferviente enemigo de las democracias quien señala que  el sentido que perder al enemigo no significaría reconciliación o progreso y mucho menos recuperación de la paz o de la fraternidad humana, sino por el contrario, traería consigo la violencia desterritorializada y ubicua. "El enemigo permite la identificación de la violencia, el reconocimiento del peligro y, por lo tanto, la posibilidad de la defensa, de la protección y de la tranquilidad", dice. Por eso, el reconocimiento del otro, del extranjero, del enemigo, permite la construcción de la identidad política, y por eso los enemigos nunca tienen que faltar.
Dice que la guerra procede de la enemistad y tiene que existir como posibilidad efectiva para que se pueda distinguir al enemigo. En este sentido, la guerra no es entendida por Schmitt como la extensión pura de la política por otros medios como señalaba el militar prusiano Von Clausewitz, sino como el presupuesto presente que determina el pensamiento y la acción. Sin embargo, sí hay un punto de coincidencia en ambos autores cuando afirman que la finalidad de la guerra no es anular al enemigo, sino desarmarlo y domesticarlo, para que se rinda ante el opositor.
Es en esa búsqueda del otro que el Gobierno se va quedando solo y ahora es sostenido por los cocaleros y las Bartolina Sisa, porque ha ido declarando enemigos a todos los que se atreven a desafiar al proceso de cambio, partiendo del mismo grupo de ideólogos del mismo Instrumento de Soberanía para los Pueblos, las ONGs, sectores sociales, urbanos y campesinos de Potosí y La Paz y últimamente los indígenas que de amigos y aliados, ahora son sus enemigos...

El autor es periodista y abogado.

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