miércoles, 9 de enero de 2013

el juego se clarifica. Brasil apoya Diosdado Cabello, así tenga que aguantarse como interino 180 dias que le bastarían para organizar su plataforma y a la hora de elegir compita con Maduro pro castrista cuando Brasil será el árbitro del Continente (El Diario)


Marco Aurelio García,  asesor especial de la Presidencia del Brasil para asuntos internacionales y uno de los hombres más influyentes de América Latina, fue a echarle una miradita a Hugo Chávez a La Habana antes de dar su opinión sobre el conflicto de sucesión que se ha armado en Venezuela. Cuando “el Maquiavelo brasileño” (así le dicen) pudo constatar con sus propios ojos la realidad del líder bolivariano y que su situación es irreversible, dijo que la toma de juramento para el nuevo periodo presidencial puede demorarse 180 días, cuando la Constitución de Venezuela es expresamente clara que debe ser el 10 de diciembre.

Lo que ha hecho García, quien era también asesor de Lula, es parcializarse directamente con uno de los bandos que se disputa la conducción de la era post-Chávez, más precisamente con el presidente reelecto de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, quien también propuso lo mismo que el brasileño, puesto que de esa forma él será el nuevo presidente y así ganará tiempo para acomodarse en el poder y sentar las bases de un nuevo proceso político con el respaldo de las Fuerzas Armadas, de las que formó parte activa en el pasado.

Con la intervención de Brasil en este asunto, queda claro que la sucesión de Chávez ha salido del contexto interno chavista y que en realidad, serán actores mucho más pesados los que van a dirimir este asunto. Las dos esquinas están completas, mientras que Brasilia se juega por Cabello, Cuba lo hace por Nicolás Maduro, la figura designada por el propio Hugo Chávez para sucederlo, algo que a estas alturas importa muy poco, incluso para los mismos venezolanos.

Veamos cuáles son los factores que están en juego y es importante que Bolivia esté al tanto de los detalles porque de eso depende el futuro político de la región, sobre todo de los países que han sido acurrucados por el eje Caracas-La Habana, que corre el riesgo de convertirse en Brasilia-Caracas.

Brasil intentará a toda costa restablecer plenamente su liderazgo que fue en cierta forma ensombrecido por la figura de Hugo Chávez en el continente, que sin duda alguna fue alimentado por el simbolismo de los hermanos Castro, que pusieron a su servicio todo su aparato de inteligencia político-militar a cambio de jugosos petrodólares. A los brasileños le conviene el pragmatismo de Cabello y obviamente su gran influencia dentro de las Fuerzas Armadas que le permitirá a Brasil seguir haciendo buenos negocios como la reciente venta de aviones de la firma Embraer por un monto de 270 millones de dólares.

Nicolás Maduro, el delfín de Chávez, es un alumno aventajado de La Habana, es dogmático y tiende a seguir disciplinadamente el “proceso revolucionario” que le han marcado los Castro para prolongar la agonía política y económica de la isla caribeña.

Con Cabello bajo su ala, Venezuela quedará al cobijo de Brasil y así el gigante sudamericano tendrá el camino allanado, sin ALBA, sin Unasur, sin Chávez ni el griterío de sus corifeos para ejercer plenamente el liderazgo continental que le encomendó Estados Unidos. Obviamente por el norte andarán de plácemes porque así se sacarán más fácilmente la astilla del dedo que sigue siendo La Habana para la región.

Hace poco, en el Gobierno boliviano dijeron que jamás le darán el salvoconducto al senador Róger Pinto que se encuentra asilado en la embajada brasileña en La Paz. Veremos qué dicen después de que Brasil sea el que determine las cosas en Venezuela, como lo hizo en Bolivia cuando apuntaló el ascenso al poder de Evo Morales confiado en que éste iba a dejar intacto el poder de Petrobras en el país.
Con Cabello bajo su ala, Venezuela quedará al cobijo de Brasil y así el gigante sudamericano tendrá el camino allanado, sin ALBA, sin Unasur, sin Chávez ni el griterío de sus corifeos para ejercer plenamente el liderazgo continental que le encomendó Estados Unidos.

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