domingo, 26 de julio de 2009

jurista de fuste Cayo Salinas se pregunta si lo de Honduras fue golpe...o regreso al Estado de Derecho?


Honduras dio y dará que hablar. Lo que acontezca de aquí a la siguiente semana influirá en el curso de la política latinoamericana. Habrá que ver si Zelaya retoma el mando del gobierno o si, por el contrario, Micheletti se consolida hasta la realización de las elecciones en noviembre.

En todo caso, lo único cierto e inmodificable será que el Presidente cesado, otro de los alfiles de Dn. Hugo Chávez, ya no podrá ser reelecto, incluso si la diplomacia logra su retorno al poder. A eso jugaron los hondureños, a que luego de su destitución, éste, aun volviendo, ya no pueda accionar --de la manera ilegal como lo estaba haciendo-- procesos de consulta popular amañados y guiados por Chávez y su equipo, para alcanzar la reforma constitucional que le permita perpetuarse en el poder.

Y es que a eso se reduce todo este entuerto, el de Honduras y el de varios países latinoamericanos, donde está el nuestro por supuesto. A que gobiernos como el de Correa, Lugo, Funes, Morales u Ortega busquen reelegirse indefinidamente. Zelaya fue por el mismo camino que sus colegas presidentes, desoyendo órdenes de los poderes del Estado hondureño y del propio ente electoral que le decían que la consulta que pretendía llevar a acabo era inconstitucional. El pintoresco Presidente constitucional hondureño buscaba, por supuesto, seguir el ejemplo de Dn. Hugo y sus muchachos y así, y de a poco, controlar el poder en ese país. De ahí que la dicotomía en Honduras sea: ¿Fue Golpe de Estado o restitución del Estado de Derecho? En sentido estricto, fue sin duda un golpe. Las consecuencias internacionales de este acto y las repercusiones de un quebrantamiento al orden constitucional fueron inmediatas, aunque, claro está, una cosa es que el golpe permita que los militares tomen el poder y otra que el que lo haga sea quien por sucesión constitucional deba ejercer el cargo.

Micheletti cumplió la orden del primer Poder del Estado y disposiciones legales de la CSJ y del ente electoral hondureño. Esa pequeña y significativa diferencia, sumada al hecho de que todos, moros y cristianos, sabemos que detrás de los intentos prorroguistas de Zelaya estaba Hugo Chávez, explican el por qué muchos países no fueron contundentemente críticos con lo acontecido. Llama la atención, por supuesto, los pedidos de Zelaya y de sus aliados del ALBA a EEUU y a su Presidente para que aplique sanciones al gobierno de Micheletti. Curiosidades de la diplomacia. Recurrir a ese gobierno pidiendo su intervención cuando en otras circunstancias se lo ataca y vilipendia, es otra faceta de la hipocresía del socialismo del siglo XXI. Y otra más, la ya usual y deleznable actuación de José Miguel Insulza, solícito a los intereses de Chávez y a sus propósitos. Sin tino y tacto diplomático, asumió el rol de parte al extremo que casi acompaña a Zelaya en ese intento por aterrizar en Tegucigalpa. Lo mismo que hizo en Bolivia cuando sin leer los más de 400 artículos de la CPE del MAS, se atrevió a señalar que no encontraba en su texto ningún aspecto que deba ser preocupante o ser considerado violatorio a los derechos de las personas.

Otro detalle. La Contraloría General de EEUU ha señalado que Venezuela está en camino a convertirse en un “Narco – Estado”. Ese dato me llamó aun más la atención después de leer un artículo publicado en Londres que señala que el verdadero negocio de un narcotraficante no es vender drogas sino tener “Rutas de Tráfico”, y que Chávez y su gobierno han montado en Honduras la ruta perfecta para distribuir drogas de origen boliviano y colombiano (FARC) con dirección a los cárteles de México y de ahí, a EEUU.

Sea cierto o no, Chávez es un peligro para Honduras y Bolivia. Sus muchachos también lo son en tanto sigan sus pasos. Esa la paradoja y a eso está llevándonos con su proyecto expansionista que no respeta derechos, libertades, disensos, ejercicio de prerrogativas constitucionales y alternabilidad en el poder: a que la sociedad civil y las instituciones democráticas opten por vías “no democráticas” para restablecer el imperio de la ley. Y es que el estilo es similar en todo lado. Generan conflictos sociales, sacan gente a las calles, infiltran agitadores, buscan que haya muertos utilizando como chivo expiatorio a las Fuerzas Armadas y Policía, derrocan gobiernos, se hacen del poder con discursos demagógicos y después se dan a la tarea de destruir la República, sus instituciones y el Estado de Derecho a título de luchar contra el inefable Imperio en beneficio de los más pobres.

Este modelito de actuación no funcionó en Honduras. Ahora el asunto pasa por apostar por la vuelta de Zelaya al poder o porque se consolide la defensa del Estado de Derecho garantizando elecciones libres en noviembre. Si fuera por Chávez, Zelaya no se mueve de la presidencia. Si fuera por los demócratas, y ahí estoy yo, debería acabar su mandato con poderes limitados y dejar la presidencia después de noviembre, sin posibilidad de reelección como deseaba Huguito. Si fuera por la integridad institucional de Honduras, ya no debería volver.

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