Después de dos décadas de continuas frustraciones, después de que en 1994 la selección nacional participara en el mundial de ese año, el fútbol ha vuelto a ser motivo de satisfacción colectiva. Y no porque nuestra selección haya hecho algún mérito, que no lo volvió a hacer desde aquel año, sino porque Bolívar ha logrado llegar a la fase semifinal de la copa Libertadores de América.
Tan enorme entusiasmo muestra cuán grande era la sed de triunfos que se acumuló durante estas dos décadas en nuestro país. Así se explica que no hayan sido sólo los hinchas del Bolívar los que sintieron los éxitos de ese equipo como si fueran los suyos propios.
A diferencia de lo que ocurre en otros países, fue suficiente que un equipo boliviano triunfe para que se olviden todas las parcialidades. En La Paz, hinchas de The Strongest arriaron sus banderas para enarbolar las celestes de Bolívar. Lo mismo hicieron auroristas y wilstermanistas en Cochabamba, y en todas las ciudades del país los fanáticos del fútbol abrieron un paréntesis para delegar en los jugadores del Bolívar todas las esperanzas y frustraciones que giran alrededor de este deporte.
En ningún otro país podría verse algo parecido, lo que a primera vista podría dar la impresión de que lo que ocurre aquí es una rareza. Y es probable que así sea, lo que no está mal pues indica que a pesar y por encima de la infinidad de motivos que hacen de la nuestra una sociedad en perpetuo estado de conflicto, son felizmente mayores las ganas de compartir una suerte común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario