martes, 13 de mayo de 2014

cada vez más parecida a Venezuela. Bolivia tiene una economía (de bonanza?) que se asemeja a grandes zancos a la chavista. las importaciones crecen, de alimentos especialmente. si antes producía hoy compra en Chile, Perú, Argentina. grandes recursos se van en ello y el Tesoro en medio de grandes compromisos por subvenciones está necesitando otro 21060 para sanear las finanzas evista

El Gobierno acaba de presentar el anteproyecto de Ley de Consulta Previa, con la que no solo busca evitar un nuevo conflicto como el que se generó con el Tipnis, sino acelerar los proyectos de explotación de recursos naturales. El presidente Morales ha dicho que esta norma eliminará las “trabas” que suelen poner los pueblos indígenas cuando las empresas mineras y petroleras ingresan en sus territorios, pues tal como lo anunció el vicepresidente García Linera hace algún tiempo, el objetivo es poner a disposición de las industrias extractivas, todas las áreas con potencial, incluyendo parques nacionales, reservas naturales y tierras comunitarias de origen. ¿Por qué tanto apuro?

De acuerdo a los cálculos que hacen los economistas, la época de bonanza de precios ya ingresó en una curva descendente como respuesta al declive de la demanda de los países emergentes, especialmente China. Y si bien es cierto que todavía quedan tres años más de vacas relativamente gordas, hay otros factores que conspiran contra el gran chorro de ingresos que le ha estado llegando a Bolivia, especialmente en lo que respecta a los hidrocarburos. El contrato de exportación de gas a Brasil vence dentro de cuatro años y nuestro país no tiene las reservas suficientes como para encarar una renovación en condiciones favorables. Para esa misma fecha tanto Estados Unidos como Argentina, podrían pasar a ser grandes exportadores del denominado “gas shale” o gas de lutita, lo que repercutirá en el precio y también en la demanda del gas convencional, especialmente si no está disponible en grandes cantidades, como ocurre actualmente en Bolivia. 

El otro factor que apura las cosas es la manera cómo el Gobierno del MAS ha administrado el periodo de bonanza, en el que se calcula, ha recibido más de 120 mil millones de dólares, cinco veces más de lo normal. Cuando el régimen aprobó el fallido “gasolinazo” a fines del 2010, ya había advertido todos estos problemas, al que se debe sumar la resistencia de las compañías petroleras a invertir en Bolivia. Hoy la desesperación es mayor, como se indicó líneas arriba y porque el Estado Plurinacional se ha vuelto una máquina de gastar y derrochar en lugar de haberse convertido en lo que prometió el 2005, en un aparato de producción e industrialización.

Empecemos por el ejemplo más paradójico, el de la empresa estatal Huanuni, una de las más grandes del país, donde la producción ha caído en casi un 70 por ciento entre enero y marzo de este año; y un 32 por ciento en relación a marzo de la gestión pasada. La situación es tan grave, que los trabajadores han decido renunciar al aumento del 10 por ciento decretado por el Gobierno. Los obreros han dicho que todo es culpa de la falta de maquinaria moderna, lo que hace ver que durante el periodo de precios altos no hubo inversión en la modernización de la planta. En este momento se habla de un auxilio estatal de alrededor de 50 millones de dólares, dinero que obviamente saldrá de la venta de hidrocarburos, porque otra opción no hay.

Y no hay alternativa porque el Gobierno ha fracasado en su política de diversificación con empresas estatales que no arrancan, que producen a pérdida o que van camino al fracaso como la planta de urea del Chapare, cuya construcción sigue consumiendo millonadas de dólares sin haber asegurado un mercado para su producción. Es tan grave nuestra crisis productiva, que nuestras importaciones crecen sin control, incluyendo los alimentos, que se han triplicado hasta alcanzar los 665 millones de dólares en el 2013. Con todo esto, no hay bonanza que alcance.
Es tan grave nuestra crisis productiva, que nuestras importaciones crecen sin control, incluyendo los alimentos, que se han triplicado hasta alcanzar los 665 millones de dólares en el 2013. Con todo esto, no hay bonanza que alcance.

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