domingo, 15 de diciembre de 2013


UNIDAD A TODA COSTA

no es la panacea. se puede ganar sin unidad
siempre y cuando haya consenso a la hora de decidir
lo primero sostiene Carlos Mesa, lo segundo nuestro editor

La hecatombe del sistema de partidos en octubre de 2003 marcó un punto de inflexión histórica. La desaparición o agonía del trípode que había consolidado la democracia en el periodo 1982-2003 (MNR-ADN-MIR) dejó un agujero negro y marcó el fin de una etapa partidaria que se había inaugurado años antes de la Revolución de 1952 y consolidado en la década de los 70 del siglo pasado.
Después del anonadamiento y la sorpresa (2003-2006), el escenario fue completamente copado por el MAS. En 1997 bajo la sigla de Izquierda Unida, Evo Morales logró una solitaria diputación. En 2002 obtuvo el segundo lugar con el 21por ciento (ya con el MAS como partido), en 2005 ganó con el 54 por ciento, y el 2009 volvió a arrasar con el 64 por ciento. Como en los años 50, un partido barrió con todo y construyó hegemonía.
En 2002, el MNR ganó las elecciones con el 22 por ciento, el 2005 cayó al 6,5 por ciento y el 2009 no presentó candidatura. El MIR logró el 16 por ciento en 2002, en 2005 y 2009 no presentó candidatura. ADN tuvo el 3,5 por ciento en 2002, en 2005 y 2009 no participó. NFR, que en 2002 logró el 21 por ciento, pasó a menos del 1 por ciento en 2005 y se insumió en una coalición en 2009. UCS logró el 5,5 por ciento en 2002 y desapareció en 2005.
Ante esa evidencia la oposición optó por la construcción de coaliciones que pudieran llenar el vacío o de pequeños partidos que intentaran suceder al viejo sistema. Jorge Quiroga, expresidente y destacado militante de ADN se separó de la sigla y creó la coalición Podemos que reunía a políticos del periodo democrático ligados sobre todo a ADN y MIR, y un pequeño grupo de renovación generacional. Samuel Doria Medina, exmilitante del MIR, creó su propio partido, Unidad Nacional. Los sectores conservadores creyeron en 2005 que Quiroga podía derrotar a Morales. Fue una lectura equivocada, logró el 28,5 por ciento de los votos, 25 puntos por debajo de Morales, una diferencia muy amplia. Doria Medina rozó el 8 por ciento, fuera de juego en una elección polarizada. Podemos, que hizo una oposición consistente hasta 2008, se desmoronó por dos razones; la errada lectura de las regiones que creyeron que podían prescindir de la oposición nacional parlamentaria y derrotar a Morales desde las prefecturas, y la hasta hoy incomprensible decisión de Tuto de viabilizar el Referendo
Revocatorio que abrió el camino para que Morales consolidara su poder popular y viabilizara la aprobación de la Constitución.
En 2009, los opositores no sólo no aprendieron la lección, generaron una propuesta que nació muerta. La nueva coalición, Convergencia Nacional, escogió al binomio Manfred Reyes Villa (exNFR)-Leopoldo Fernández (exADN). Reyes amenazado de prisión y Fernández, arbitrariamente preso sin juicio, representaban la política pre 2003 y la imposibilidad objetiva de ejercer su tarea. Morales no sólo ganó sino que logró 38 puntos de ventaja sobre sus contendores. Doria Medina cayó del 8 al 5,5 por ciento, de nuevo víctima de la polarización.
Pocas semanas después de la elección el líder de la oposición dejó el país hasta el día de hoy. Si en el periodo 2005-2009 Podemos logró mayoría en el Senado y una importante presencia en la Asamblea Constituyente, en el periodo 2009-2013 Convergencia fue una sombra.
Pero quizás el hecho más significativo del panorama político post 2006 es que el MAS, como el MNR en el 52, controla sin rubor todos los poderes del Estado y los movimientos sociales. La Csutcb, los cooperativistas mineros, los cocaleros, las juntas vecinales más importantes y los gremios más poderosos. Por si fuera poco, acaba de hacer una alianza con la COB (pálida sombra de la poderosa COB de Lechín) que no se daba desde la ruptura COB-gobierno en 1964.
Las candidaturas para las elecciones de 2014 están todavía a salto de mata entre la vieja trama partidaria pre 2003 que aún queda en pie y una renovación que no acaba de vislumbrarse con claridad. Los desafíos son varios ¿Partido o coalición? ¿Si no alcanza para estructurar partido, la coalición podrá afrontar con solidez y sin fisuras la tarea de Gobierno o la de oposición? ¿Cómo lograr una articulación real con las organizaciones sociales que les dé un poder de convocatoria, que los partidos de la democracia no necesitaron, hasta estrellarse con la cruda realidad en la crisis de Estado 2000-2003? ¿Cómo conseguir que los candidatos seduzcan al electorado frente a una figura tan sólidamente establecida como Morales, independientemente de la opinión que su liderazgo merezca? Y lo más importante ¿Cuál es el proyecto de país que proponen? Los cambios que representó el proceso iniciado en 2006 son de magnitud, lo que hace difícil estructurar un camino diferente que sea tan poderoso en su llamado al elector. La unidad es un imperativo, pero no es ni el principio ni el fin de la elección, y si no se concreta, impone respuestas realistas y prácticas para obtener resultados adecuados ante un poder hegemónico que, hoy por hoy, parece proyectarse cinco años más con cierta holgura.

El autor fue Presidente de la República

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