sábado, 20 de abril de 2013


Desde El FARO

Excesos y extravíos en tiempos de abundancia 

 Erika Brockman

Cuando el presidente Morales jala las orejas a alcaldes y gobernadores por la baja ejecución presupuestaria y avala el traspaso de sus recursos a favor de las obras del “Evo Cumple”, no se percata que sobran razones y temores para esta pereza institucional. No sólo está la espada de Damocles de una ley anticorrupción inquisitorial, de cuya rigidez y control el generoso programa del Presidente está liberado, sino también una abundancia de recursos que desborda la capacidad de gasto eficiente y de calidad de una institucionalidad venida a menos.
Si en tiempos de vacas flacas las demandas de la sociedad nos desbordaban, el destino pendular de nuestra historia demuestra, paradójicamente, que no había sido fácil administrar inteligentemente la abundancia. De pronto, ¡somos un escarabajo obligado a funcionar con la cantidad de combustible de un Hummer! Tarija lo ejemplifica.
A propósito de esta inédita bonanza, debiera preocuparnos el pimponeo de acusaciones y contraacusaciones que invaden el espacio noticioso, que más que esclarecer, confunde. En este escenario, el caso que menos debiera sulfurarnos es el relativo al polémico decreto -hoy quejumbrosamente derogado por el Presidente- que reconocía viáticos y pasaporte diplomático para hijos y esposas de nuestros mandatarios. Hacerlo nos distrae, tanto como la cobertura informativa sobre el eventual incremento salarial del Presidente.
Es cierto que la gente está harta de que el ejercicio de la política sea sinónimo de corrupción y acceso a privilegios. Hoy son ensalzados modelos de austeridad y de transparencia en los gastos personales de la autoridad pública. Mientras que en Bolivia, comparado con cocaleros, contrabandistas y cooperativistas, el ingreso de autoridades y muchos profesionales honestos no está a la altura de las responsabilidades que demanda el administrar un país en tiempos de jauja.
Nos falta afinar la puntería a la hora de fiscalizar y visibilizar lo verdaderamente relevante. Hace unos días Benjamín Grossman (Nueva Crónica, No. 118) opinaba que “Los contratos llave en mano son hoy en día la cara más perversa del colonialismo. Comprar algo sin saber cómo funciona, ni cómo se construye debería ser un delito por ignorancia”. Curiosamente, son los que abundan en el gobierno descolonizador, cuya danza de millones se expresa en mega inversiones como el Ingenio de San Buenaventura, la Planta de Urea y Amoniaco, el ansiado Teleférico. Casos cuyos estudios técnicos, financieros y mecanismos de seguimiento permanecen invisibles detrás de la humareda de tanto fuego artificial que acompaña al perpetuo proselitismo.
¿Quién asume responsabilidad frente a los millones invertidos en vano en pozos de petróleo, cuya perforación fue resultado de presiones ciudadanas? ¿Qué sucede con la producción y rentabilidad de la minería nacionalizada?; cuando aplaudimos la entrega de 12.000 computadoras a niños del ciclo básico, ¿alguien pregunta si existen equipos formados para capacitarlos en cuanto a su uso inteligente?; ¿cuál es el impacto real de las 4000 obras de competencia municipal del programa “Bolivia Cambia, Evo Cumple”, del costo de transporte de los más de 2.500 viajes realizados por el Presidente y la propaganda millonaria que las acompaña? ¿Qué implicaciones económicas y políticas tiene el hecho de que el referido programa esté liberado de cumplir con la normativa para la contratación de bienes y servicios, mientras alcaldes deben observarlas rigurosamente? Estas y otras son las preguntas de fondo que son silenciadas por la falta de transparencia y excesos que nos embriagan y extravían.

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