martes, 22 de diciembre de 2009

mientras Perú y Chile van al encuentro de un futuro promisorio, Bolivia retrocede, se aferra a la ilusión del cambio que no llega. Cayo Salinas

Los gobiernos que entienden que el mundo ha cambiado y que continuará haciéndolo en la medida que se profundice la integración de mercados regionales, la globalización, el desarrollo tecnológico en todos los campos e incluso, el fortalecimiento de las democracias liberales republicanas, saben lo que hacen porque piensan en el desarrollo de sus países como premisa de primer orden.

Miran su entorno y buscan a través de la adopción de políticas de Estado vencer la pobreza generando empleo sostenido y permanente. Entienden que la única manera para crecer es a través de la generación de un clima de seguridad que garantice inversión y que ésta se traduzca en fuentes de empleo y en ingresos.

Lo hace Chile con éxito sin igual; lo está haciendo Perú de manera asombrosa, al punto que siendo nuestro vecino y “primo hermano”, ya está años luz por delante nuestro; también lo están haciendo Brasil y Colombia, en una lógica que ha derrumbado antiguos paradigmas. Ya no cuenta el Che Guevara, Fidel Castro o la referencia del momento, Chávez, para pensar que con su figura y la perorata revolucionaria de su discurso, la gente deja de ser pobre, tiene prosperidad y los países crecen al ritmo de los de la órbita capitalista.

El ejemplo más claro hoy es Perú. El desarrollo que está alcanzando fruto de las políticas del gobierno de Alan García ha permitido crezca hasta en un 8% anual. La antítesis siguen siendo Cuba, Venezuela y todos los países de la égida del Coronel, que no se dan cuenta que los discursos revolucionarios donde se desgañita contra el capitalismo, la libre iniciativa, la competencia y los mercados abiertos, no hacen más que atestiguar que la diferencia entre los países que asumen la realidad del mundo moderno de hoy, frente a los que no lo hacen, se agranda a diario.

Por ello me pareció interesante compartir con ustedes el comentario del mexicano José Luis Chávez a estudios realizados sobre los nuevos paradigmas. Por ejemplo, en 2025 la China podría ser la economía más grande del mundo. La economía del Brasil podría sobrepasar a la italiana el 2025, a la de Francia el 2031 y a la del Reino Unido y Alemania el 2036. El 2050 Vietnam podría tener una economía equivalente al 70% de la del Reino Unido. El 2030 más del 65% de las importaciones de los países desarrollados provendrán de los países en desarrollo. El 2050 Nigeria podría ser la economía más grande de África. El 2025 los robots podrían ocupar 3.5 millones de puestos de trabajo en Japón. Diez de los trabajos que probablemente serán los más demandados en 2010, no existían el 2004.

La información ha crecido de manera exponencial. A la radio le tomó 38 años alcanzar una audiencia de 50 millones de personas, a la televisión 13 años, al Internet 4 años y a las redes sociales como Facebook tan solo 2 años. En 1984 había 1000 conexiones de Internet, en cambio el 2008 existían mil millones. Pienso así: si hoy no nos preparamos para ser competitivos, para generar la suficiente riqueza que nos permita salir de la pobreza y si no somos capaces de entender que no podemos aislarnos de las corrientes que sostienen los ideales que hoy gobiernan al mundo, con seguridad que permaneceremos postrados en esta suerte de inercia que impide que Bolivia crezca con sostenibilidad, seguridad y en paz. La inclusión que hoy se pregona sólo será posible si cambiamos nuestro chip mental y entendemos que quienes ya lo han hecho, tienen el futuro asegurado.

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