domingo, 20 de noviembre de 2016

durante tanto tiempo el monstruoso aparato publicitario del Régimen nos ha hecho creer, que nada hay que afecte a Evo, que todo le resbala, que sale airoso de sus dificultades, en suma que está "blindado contra todo mal", hasta que el elemento más maleable y simple EL AGUA logra desarmar sus escudos y sacude los cimientos de "su arrogancia, de su poder"


La falta de agua desblinda a Evo

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Mauricio Aira

Es la Providencia que castiga al arrogante, envanecido Presidente, le quita el agua y es la falta de agua para lo más esencial que hará caer “las armas de las manos de sus llunkus” para enderezar lo torcido.

Profundamente creyente, veo la Providencia en todos los actos humanos. Preocupado por la suerte de mi Patria Bolivia, mis oraciones son de todos los días, pidiendo a Dios ilumine a sus ciudadanos y oriente a sus gobernantes para alcanzar el Bien Común y velar por la Paz, la Justicia y la comprensión entre todos para salir adelante.

Entre las acciones de la Providencia podemos advertir que la forma obcecada del Jefe del Estado de administrar Bolivia muy a su “estilo personal, sus caprichos y devaneos” diversos pecados mortales que le están haciendo perder el norte. No vamos a repetir lugares comunes que tienen que ver con la Injusticia, el abuso del poder, la corrupción y el narcotráfico. Nos vamos a referir a la vanidad herida de muerte porque la Providencia nos está mostrando, de modo harto dolorosa, los fallos mortales de un exceso de vanidad, de falso orgullo, de prepotencia, que sucumbe ante la abrumadora realidad.

Nos estamos refiriendo al golpe mortal que la Providencia asesta al Régimen. le ha planteado el problema del agua. Agua que falta para lo más elemental, para el riego, para preparar los alimentos, para la higiene y el aseo, para la salud humana.

Recordar que Venezuela antes de morir Chávez, pasó por una crisis semejante que tuvo que pedirle a Castro enviase al experto número uno de Cuba, para ponerse al frente del problema. El castrista asumió una serie de medidas, repitiendo aquellas que la Isla ha venido asumiendo ante la falta crónica de agua. “la sabiduría del castrista” llegó a medidas extremas, al punto que Chávez utilizando todos los medios “recomiendo que la ducha personal no dure más de tres minutos, lo suficiente para quitarse lo hediondo”, de modo que cuando Evo recomienda “cerrar el grifo mientras uno se cepilla los dientes” nos está haciendo ver la extrema necesidad de “ahorrar agua” por todos los medios.

Los últimos días la reacción del pueblo no se dejó esperar, aparecieron letreros muy expresivos: “no queremos palacios, queremos agua”, no satélites agua, no armas ni uniformes, agua, no aviones de lujo, ni obras fastuosas, queremos agua, agua y agua.

Ensaya Evo, como siempre, a quién culpar. Echa a la calle a los responsables del agua en La Paz y no es suficiente. El problema es endémico, catastrófico. “Suspende obras deportivas para priorizar el agua”, dice el último cable y convoca reuniones de emergencia. Pedirá. Ayuda a Castro, como lo hizo Chávez con expertos de Cuba, pero nada, la imprevisión ha sido tan grande, tan tremenda la dejadez que nada se puede hacer. El problema es hoy día, no de mañana.

Tanto dinero malgastado, tantos proyectos fantasiosos, agregamos nosotros, tantos desfiles y paradas incluyendo la demostración en Santa Cruz con aviones, helicópteros, lanchas, tanques y toda suerte de vehículos traídos a crédito de China y Rusia comprometiendo las finanzas de Bolivia para cuando el MAS sea un otro recuerdo del pasado, pero que los ciudadanos tendrán que pagar. ¿Para qué tanto despilfarro si lo principal, el agua nuestra de cada día, no existe?

De modo que contemplamos que la Providencia le juega una mala pasada al arrogante, soberbio, ensimismado ocupante del Palacio Quemado. Le hiere en lo más sensible, deja de llover en gran parte del país, el ganado se muere, los campos se secan, los ríos no corren, el agua potable escasea, apenas gotea… y la sed no puede esperar. Así, de esta manera simple pero certera castiga la Providencia el falso orgullo de un mandatario envalentonado y engreído.

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