martes, 5 de septiembre de 2017

en Estados Unidos y Espana la gran crisis financiera comenzó con una burbuja, y luego vino la debacle que obligó a medidas heroicas. Samuel Doria Medina dice que no es nada seguro, pero tampoco se puede cerrar los ojos antes la amenaza que representa para la economía "la burbuja inmobiliaria" sobre la hay que estar en alerta. veamos:


¿Burbuja inmobiliaria?


El empresario y político Samuel Doria Medina ha advertido de “un brutal exceso de oferta inmobiliaria” en el país, apuntando la existencia de una sobreinversión en la construcción, acompañada de una ‘fiebre de bienes raíces’ (terrenos, casas, urbanizaciones) muy por encima de la demanda real. Doria Medina ve ahora riesgos de estancamiento de la construcción, argumentando que “las cementeras libran una guerra de precios”, ante la interrupción del frenesí constructivo de los años anteriores, lo que además estaría anticipando una inexorable caída de precios de las propiedades inmuebles. Esta opinión -de alguien que sabe de lo que está hablando- coincide con las miradas de otras personas que también perciben una tendencia de precios a la baja en el mercado inmobiliario.

No obstante, informes de la Fundación Milenio indican que en 2016 la construcción mantuvo un notable dinamismo, creciendo a una tasa de casi 8%, siendo uno de los sectores que han apuntalado el crecimiento de toda la economía nacional. El dinamismo de la construcción se ha reflejado, también, en más permisos de construcción aprobados, aunque en ciudades como Santa Cruz y La Paz el número de permisos de construcción tuvo una reducción en el año anterior.  
Ahora bien, la continuidad del ímpetu constructivo no disipa por sí mismo los riesgos; incluso podría alimentarlos. De hecho, es eso lo que sucedió en los Estados Unidos y España, en la década pasada, con las burbujas financieras e inmobiliarias. Una burbuja puede ser difícil de anticipar, hasta que estalla. En Bolivia sería temerario asegurar que el boom de la construcción incuba necesariamente una burbuja, pero tampoco se puede desestimar los peligros potenciales.
Se sabe, por ejemplo, que buena parte de la construcción de inmuebles se financia con crédito bancario. De ahí por qué es conveniente examinar la evolución de la cartera para la construcción. Al respecto, los datos oficiales indican que esta cartera ha tenido una trayectoria menguante desde fines de 2010, luego de haber crecido ese año en 48% -una cifra histórica. Así y todo, en el primer trimestre de este año, la cartera de la construcción tuvo un incremento del 23,2%, superando el 14,5% de crecimiento de la cartera total del sistema financiero.
Es probable que el ritmo expansivo de la cartera de la construcción tenga que ver con la normativa bancaria, la cual fija tasas de crédito más bajas para los sectores ‘productivos’ -entre los que se incluye la construcción- y que obliga a las entidades financieras a cumplir metas en la composición de la cartera, priorizando la vivienda de interés social. Si bien ello puede parecer positivo para fomentar la construcción y el acceso a la vivienda, no se debe subestimar la distorsión que genera en el sistema financiero. En un contexto de desaceleración económica, como el actual, la expansión forzada del crédito es susceptible de inducir inversiones de tipo especulativo. De ahí, también, el peligro de una brecha entre la oferta inmobiliaria y la capacidad adquisitiva en el mercado. 

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