La ciudad de Santa Cruz tendrá la oportunidad de mostrar su “esplendor” en muy poco tiempo, cuando se realice en esta capital la cumbre los países que integran el “Grupo de los 77+China” que ha sido fijada para el mes de junio.
Existe un gran interés electoralista en el Gobierno por mostrar un país exitista, moderno, en situación de bonanza, con despliegues espectaculares como se hizo en el rally Dakar y para ello el presidente Morales ha dicho textualmente que no se debe medir los gastos con tal de hacer un buen papel, lo que equivale a preparar un buen show que lo favorezca, principalmente a él y a su administración.
En Santa Cruz ha copado el alboroto, sobre todo en el mundo empresarial que, como es natural, se frota las manos por los excelentes negocios que hay en puertas, por toda la logística, los servicios y las obras que se deben encarar para tener todo listo. El Gobierno central ha comprometido todo su apoyo para el evento, pero eso no garantiza el hecho de que los gastos de organización vayan a correr por su cuenta. Seguramente el Municipio y la Gobernación tendrán que sumar otra carga más a su larga lista de erogaciones que el centralismo le ha estado traspasando, en su forma tan particular de entender la autonomía: transferir responsabilidades, pero no recursos.
Entre algunas autoridades locales ha cundido la misma cursilería que se impuso cuando nuestra ciudad fue designada sede de la Cumbre de la Américas que reunió a 34 mandatarios. Todos piensan en brindar una buena imagen, a la manera del individuo que recibe visitas en su casa y se pone a barrer y sacar las telarañas para “no mostrar la hilacha”, cuando el resto del año no hace más que descuidar el orden y la limpieza.
¿Quieren que Santa Cruz brinde una imagen de ciudad moderna y organizada? No es suficiente con blanquear las paredes, reparar allá o apurar las obras de pavimentación en las cercanías del aeropuerto. Los visitantes no son tontos y luego se darán cuenta que si bien nuestra capital tiene mucho dinamismo y empuje, está muy lejos de ser una metrópoli a la altura de las grandes urbes mundiales.
Santa Cruz es la locomotora nacional, pero todo es por el empuje de los privados. En materia de servicios, transporte, mercados, infraestructura, parques y otros aspectos fundamentales que hacen a la calidad de la vida de la gente, tiene casi las mismas características de otras capitales del país, es decir, no hay nada descollante que la convierta en líder.
Estamos pavimentando y ampliando una ruta troncal con tres o tal vez cinco años de atraso. Tenemos apenas tres viaductos; no podemos hallar una fórmula para atacar el caos del tráfico y nos conformamos con poner unos conos en las calles céntricas. Tenemos un parque urbano mediocre, no le hemos dado solución al problema de El Trompillo, de San Aurelio, de La Ramada, de Los Pozos. Hace mucho que Santa Cruz debería estar proyectando un tren interurbano, un Metro o por lo menos una avenida costanera. Tuvo que ser un empresario privado el que construya el único puente sobre el río Piraí y los que están en maqueta también son proyectos particulares.
Esta ciudad se ha vuelto demasiado conformista, egocéntrica y pretenciosa. La ciudad no son los condominios, ni los centros comerciales ni el pavimento o el Cambódromo. Para que seamos líderes nacionales y pretendamos dar esa imagen ante el mundo, hace falta mirar más allá de nuestras narices.
Existe un gran interés electoralista en el Gobierno por mostrar un país exitista, moderno, en situación de bonanza, con despliegues espectaculares como se hizo en el rally Dakar y para ello el presidente Morales ha dicho textualmente que no se debe medir los gastos con tal de hacer un buen papel, lo que equivale a preparar un buen show que lo favorezca, principalmente a él y a su administración.
En Santa Cruz ha copado el alboroto, sobre todo en el mundo empresarial que, como es natural, se frota las manos por los excelentes negocios que hay en puertas, por toda la logística, los servicios y las obras que se deben encarar para tener todo listo. El Gobierno central ha comprometido todo su apoyo para el evento, pero eso no garantiza el hecho de que los gastos de organización vayan a correr por su cuenta. Seguramente el Municipio y la Gobernación tendrán que sumar otra carga más a su larga lista de erogaciones que el centralismo le ha estado traspasando, en su forma tan particular de entender la autonomía: transferir responsabilidades, pero no recursos.
Entre algunas autoridades locales ha cundido la misma cursilería que se impuso cuando nuestra ciudad fue designada sede de la Cumbre de la Américas que reunió a 34 mandatarios. Todos piensan en brindar una buena imagen, a la manera del individuo que recibe visitas en su casa y se pone a barrer y sacar las telarañas para “no mostrar la hilacha”, cuando el resto del año no hace más que descuidar el orden y la limpieza.
¿Quieren que Santa Cruz brinde una imagen de ciudad moderna y organizada? No es suficiente con blanquear las paredes, reparar allá o apurar las obras de pavimentación en las cercanías del aeropuerto. Los visitantes no son tontos y luego se darán cuenta que si bien nuestra capital tiene mucho dinamismo y empuje, está muy lejos de ser una metrópoli a la altura de las grandes urbes mundiales.
Santa Cruz es la locomotora nacional, pero todo es por el empuje de los privados. En materia de servicios, transporte, mercados, infraestructura, parques y otros aspectos fundamentales que hacen a la calidad de la vida de la gente, tiene casi las mismas características de otras capitales del país, es decir, no hay nada descollante que la convierta en líder.
Estamos pavimentando y ampliando una ruta troncal con tres o tal vez cinco años de atraso. Tenemos apenas tres viaductos; no podemos hallar una fórmula para atacar el caos del tráfico y nos conformamos con poner unos conos en las calles céntricas. Tenemos un parque urbano mediocre, no le hemos dado solución al problema de El Trompillo, de San Aurelio, de La Ramada, de Los Pozos. Hace mucho que Santa Cruz debería estar proyectando un tren interurbano, un Metro o por lo menos una avenida costanera. Tuvo que ser un empresario privado el que construya el único puente sobre el río Piraí y los que están en maqueta también son proyectos particulares.
Esta ciudad se ha vuelto demasiado conformista, egocéntrica y pretenciosa. La ciudad no son los condominios, ni los centros comerciales ni el pavimento o el Cambódromo. Para que seamos líderes nacionales y pretendamos dar esa imagen ante el mundo, hace falta mirar más allá de nuestras narices.
No es suficiente con blanquear las paredes, reparar allá o apurar las obras de pavimentación en las cercanías del aeropuerto. Los visitantes no son tontos y luego se darán cuenta que si bien nuestra capital tiene mucho dinamismo y empuje, está muy lejos de ser una metrópoli a la altura de las grandes urbes.
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