Era cuestión de tiempo antes de que comenzara el intento de un control totalitario sobre la cultura en el nuevo “Estado Plurinacional”. Desde que los asesores de Evo Morales bautizaron su gobierno como “Revolución Democrática y Cultural”, sabíamos que el símil con la Revolución Cultural de Mao era algo más que un mero parecido gramatical.
Ahora, las declaraciones del viceministro de descolonización, Félix Cárdenas, confirman esas previsiones. El funcionario acaba de anunciar la eliminación de una serie de libros de la malla curricular educativa en todos los niveles: primario, secundario y superior. Se trata nada menos que de textos clásicos de la literatura boliviana, como Raza de Bronce de Alcides Arguedas y La niña de sus ojos de Antonio Díaz Villamil.
¿La excusa? La aplicación de la Ley 045, supuestamente destinada a combatir el racismo según la versión gubernamental, y considerada una “ley mordaza” por la gran mayoría de los periodistas. En la interpretación que el viceministro hace de la norma, los libros mencionados y muchos otros deben ser purgados por ser ideológicamente incorrectos, debido a su presunto contenido “racista ycolonial”.
Un disparate mayúsculo, sobre todo teniendo en cuenta que Raza de Bronce es en realidad una denuncia sobre la trágica condición del pueblo aymara. Por supuesto que varios aspectos de la obra de Arguedas pueden y deben ser debatidos, sobre todo en las aulas, pero para eso hace falta, precisamente, que los textos sean leídos y comentados por los estudiantes.
Aspectos como, por ejemplo, su adscripción a la sociología positivista de la época, demasiado anclada en el materialismo geográfico y biológico, en contraposición con otras facetas de su pensamiento, absolutamente vigentes en la Bolivia de hoy, como su crítica radical del caudillismo. ¡Triste destino el de Arguedas, abofeteado por un dictador militar y ahora excluido por un régimen de fachada democrática!
Desde las quemas de la biblioteca de Alejandría por Roma y Omar, hasta las purgas de los clásicos del confucianismo en la China maoísta, pasando por las hogueras de Goebbels que devoraron obras de Sigmund Freud, Arthur Schnitzler y los hermanos Mann, la condena de libros es un síntoma evidente de autoritarismo e intolerancia.
*Escritor y periodista
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