Evo Morales está muy enojado. Mucho más que el día en que Daniel Cartagena le pisó el pie en un partido de fútbol y en respuesta obtuvo un rodillazo en los testículos. Nada puede enojar más a un dogmático que la realidad no encaje con sus dogmas. Y eso le está ocurriendo al Presidente, a quien sus colaboradores convencieron muy bien de instaurar un modelo estalinista en Bolivia, aunque lo más probable es que los cerebros del régimen hubieran pensado en aquel sistema político a partir de la personalidad del Primer Mandatario.
Evo Morales está molesto con la Academia Sueca por el otorgamiento de los dos premios Nobel más prestigiosos, el de literatura a Mario Vargas Llosa y el de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo. El enojo presidencial ha servido para constatar que él sigue esperanzado en ese galardón y por supuesto, para saber hasta dónde llega su compromiso ideológico con el comunismo chino, que además de encarcelar a un hombre por difundir sus ideas, también mete presa a su esposa y amedrenta a sus amigos por celebrar el premio. La molestia por lo del “escribidor”, quien hace unos años dijo que Morales “está destruyendo Bolivia”, llegó al extremo de volver a tensionar las relaciones diplomáticas con Perú, que tanto tiempo y esfuerzo ha tomado restablecer.
También está furioso con los periodistas. Evo Morales trató siempre de separar a los trabajadores de los dueños de los medios con la idea de dividirlos y facilitar el apoyo de los gremios de la prensa en la aplicación de sanciones a diarios, radios y canales de televisión, limitar la libertad de expresión y por supuesto, llegar al extremo de clausurar algunas empresas o quitarles la licencia de operación. Cuando promulgó la Ley contra el racismo, el instrumento que viabiliza ese delicado paso político, se declaró decepcionado con los sindicatos de prensa por hacer causa común con los propietarios y les recordó que estas organizaciones siempre han existido para luchar contra los empresarios. De esa manera estaba ratificando ante el mundo su estricta comunión con el marxismo y la lucha de clases, por si a alguien le quedaba alguna duda al respecto.
Por último, Evo Morales debería estar furioso con el que le recomendó viajar a Chile para estar presente en el rescate de los mineros atrapados a 700 metros de profundidad y traerse de vuelta en su avión al boliviano Carlos Mamani, un humilde orureño que huyó de la miseria y se fue a buscar mejores horizontes en el país vecino. Más de mil millones de personas vieron las imágenes de televisión que mostraban a un Sebastián Piñera desbordante y orgulloso por la hazaña que acababa de producirse en su país y que colocaba a Chile a la altura de una potencia. Era imposible no relacionar esa imagen con la presencia adusta y tímida de Morales, cuyo proyecto político representa la antítesis de las ideas que han llevado a Chile a ocupar ese lugar. La respuesta del minero Mamani, quien rechazó la invitación del Presidente a volver al país y trabajar en una empresa estatal, no hizo más que confirmar, que hasta un humilde trabajador sabe hacia dónde se dirige el mundo. Evo Morales está enojado porque él va en sentido contrario.La respuesta del minero Mamani confirma que hasta un humilde trabajador sabe hacia dónde se dirige el mundo y dónde está Bolivia. Editorial de El Día. Evo ante el mundo)
la vida política y social de Bolivia adquiere un dinamismo incesante sea porque los problemas básicos no llegan a resolverse sea porque no existe la voluntad política de asumirlos. Este sitio pretende hacer el seguimiento de los asuntos en mesa y traer al debate los que no están resueltos en la medida de la justicia, el derecho y las espectativas del hombre boliviano
domingo, 17 de octubre de 2010
enojado por el rodillazo, por la negativa del Nobel, envidia por Vargas Llosa, furioso contra periodistas porque Mamani no oyó sus cantos de sirena.EM
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