Un paréntesis que hace soñar que todavía estamos a tiempo de salvar la nación
Por un momento, es posible alejarse de la estridencia citadina, de las declaraciones de los altos funcionarios y del ruido de las manifestaciones, de los bloqueos y de otras expresiones del descontento popular que aflige al país desde el último lustro, empeorado desde el 2010.
Es posible decir: “un ratito”. O jugar como niños aquella apuesta “stop” para quedarnos casi sin respirar en el ensueño y en la imaginación, para tener presencia consciente en el lugar y en el minuto preciso sin interferencias externas. O, más infantil y boliviano: “bola, bola”, fórmula que equivale a detener la guerra de bolitas, el conteo para esconderse o para dar tregua al turno de la “mancha”.
Gracias al trabajo de reportera de tierra adentro, pude estos días auto permitirme un “bola, bola” y salir de la intensidad confrontacional que alientan muchas autoridades. Me escapé a propósito de las declaraciones tan despistadas del Ministro de Salud y huí en diferentes buses, casi perseguida por los conflictos, de cuanto bloqueo estaba programado para la semana.
En cambio, seguí, como a contramano de la historia contemporánea, los traslados de 700 músicos a través de poblaciones de la Chiquitania y del Chaco. Gracias al incansable apego por la belleza que desarrolla la Asociación por la Promoción del Arte y la Cultura, APAC, este año se reeditó el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”. Esta novena versión durará nueve días con 48 conciertos de grupos de 19 países en 11 sedes, casi todas capillas y templos católicos de Santa Cruz de la Sierra, San Javier, Concepción, San Ignacio de Velasco, Santa Ana, San Rafael, San José de Chiquitos, Santiago de Chiquitos, Porongo y la novedad del 2012: Villamontes, en Tarija. Algunos conciertos de grupos infantiles o juveniles se realizan dentro de un programa paralelo en los atrios.
Decenas de turistas de Europa y de América, además de algunos japoneses, se movilizan por todos los pueblos y encuentran un ambiente emotivo, festivo, de reforzada hospitalidad cruceña y de los diferentes pueblos indígenas de tierras bajas.
En el programa sobresalieron dos presentaciones bolivianas, la “Ópera de San Ignacio” que se estrenó en San Ignacio de Velasco con la participación de 177 jóvenes y niños procedentes de elencos diferentes. Destacó la orquesta y coro de Santa Ana, un pueblo de 700 habitantes pero con músicos consagrados, como el organista Francisco Rocha. Aplausos para el Ensamble Chiquitano que fue el plato fuerte del festival.
El apoyo oficial es muy importante. Es casi una unidad nacional. Salvo la Alcaldía de Concepción que la notamos muy floja, los otros gobiernos municipales contribuyen decididamente a sus coros y orquestas y a la logística del festival. Premio para el Gobierno Municipal de Villamontes que asumió la gestión cultural como principal preocupación. La Gobernación de Santa Cruz y el Arzobispado están entre los mayores auspiciadores. La buena nueva, muy aplaudida, fue el apoyo material y de difusión que comprometió el Ministro Pablo Groux.
Un paréntesis que hace soñar que todavía estamos a tiempo de salvar la nación.
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