La lucha contra las drogas es una de las mayores responsabilidades que tiene éste o cualquier Gobierno, no sólo de Bolivia, sino del mundo.
El narcotráfico parece estar ganando la guerra en Bolivia. Sus fuerzas nuevamente han penetrado las estructuras de instituciones como la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico y reparticiones del propio Gobierno, como la que ocupaba el general René Sanabria cuando fue capturado en Panamá.
Las noticias sobre bolivianos capturados con droga en el exterior se han hecho cotidianas y el descubrimiento de laboratorios de fabricación de pasta base de cocaína cubre todo el territorio, desde los llanos orientales al altiplano, pasando por los valles.
La caída del general Sanabria abre enormes dudas acerca de lo que pueda decir ante la justicia de Estados Unidos, donde se anuncia la posibilidad de que sea sentenciado a cadena perpetua. Las conexiones de su organización podrían llegar hasta niveles insospechados, pero todos muy peligrosos.
Si Bolivia está amenazada por una fuerza transnacional poderosa, la más poderosa de las que tuvo que vérselas en toda su historia, hace falta que todos los bolivianos, empezando por el Gobierno, sean convocados a organizar la defensa del país.
Se requerirán políticas claras, pero sobre todo la decisión de aplicarlas sin otra consideración que la defensa de Bolivia, la preservación de su democracia, de su dignidad y de la de sus habitantes.
La guerra obliga a las autoridades a entender que quienes cultivan coca llegan a ser cómplices de esta tenebrosa organización que está amenazando al país cuando comercializan su producto a los narcotraficantes.
La lucha contra el narcotráfico debe estar dirigida a acabar con todos sus tentáculos, desde la producción de la materia prima (hoja de coca), pasando por la comercialización ilegal de precursores, la misma producción de la pasta base y su comercialización.
Está claro que no se puede cerrar los ojos ante el avance de los cultivos sobre los parques naturales, ignorando los angustiosos llamados de los pueblos originarios que habitan éstos. Tampoco se lo puede hacer ante la expansión de la producción de drogas, que ahora se realiza hasta en las ciudades como El Alto, y es más, en algunos casos como en Cochabamba, se hizo presa de poblaciones rurales enteras.
Es natural que la lacra del narcotráfico intente penetrar las más altas esferas de cualquier Gobierno, lo hizo antes, por ello no debe extrañar que lo haya hecho ahora, con el caso del general retirado René Sanabria.
Pero habrá que tomar en cuenta que seremos más vulnerables en la medida en que no afrontemos con responsabilidad esta lucha que no tiene cuarteles ni debe tener colores políticos, por el contrario, deberíamos unirnos para hacer una fuerza común. Pero es necesario también que el Gobierno estudie y revise su postura en torno a la permisibilidad que tiene con los productores de coca que expanden sus plantaciones a lo ancho y largo del territorio nacional. La lucha contra el narcotráfico es la mayor responsabilidad de éste y de cualquier Gobierno.
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