la vida política y social de Bolivia adquiere un dinamismo incesante sea porque los problemas básicos no llegan a resolverse sea porque no existe la voluntad política de asumirlos. Este sitio pretende hacer el seguimiento de los asuntos en mesa y traer al debate los que no están resueltos en la medida de la justicia, el derecho y las espectativas del hombre boliviano
viernes, 11 de marzo de 2011
cirugía mayor en la Policía reclama El Dia con acierto porque la corrupción en las altas esferas reclama una acción firme y realmente curativa
Siempre que se habla de corrupción policial en Bolivia, la gente común suele pensar en las coimas que suelen pagar los ciudadanos para obtener un carnet de identidad o para conseguir una licencia de conducir; tal vez en las exacciones que hacen los guardias de tránsito en las esquinas o en las innumerables formas que ha inventado la institución verde-olivo para “recaudar” fondos. Todo eso forma parte de una vieja conducta que se ha enquistado como un tumor, que la población ha terminado aceptando y conviviendo con ella como si se tratara de algo normal. Ningún gobierno ha tenido la osadía para limpiar a fondo la Policía, pese a que promesas no han faltado. Los informes que retratan de cuerpo entero a la entidad y los proyectos de reforma que se han redactado duermen el sueño de los justos. El apoyo ciudadano también es indiscutible y se basa en numerosas encuestas que colocan a la Policía como la institución menos creíble y más corrupta del país. La gente se siente agredida por quienes deberían protegerla, pues concurrir a una oficina policial es lo más parecido a penetrar las puertas del infierno, donde se campea el abuso y la ilegalidad. El año pasado, el presidente Morales llegó a afirmar que dentro de la Policía Nacional actúan bandas de delincuentes y junto con los máximos jefes de la institución se comprometieron a encarar un verdadero proceso de purificación, que al parecer no ha empezado o al menos no se ha realizado con la suficiente minuciosidad. La mejor prueba de ello es que además de la corruptela cotidiana que sigue vigente, porque la Policía ha sido diseñada para que funcione así, la podredumbre de alto calibre ha llegado a tocar las más altas esferas de la conducción del Estado Plurinacional, a través del escándalo del general René Sanabria, quien fue nombrado director nacional de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN) y premiado después con un alto cargo en el Ministerio de Gobierno.El Gobierno y la Policía han tenido suficientes llamados de alerta para actuar sobre la vinculación de algunos oficiales de la Policía con el narcotráfico. En el último año ha habido por lo menos cuatro grandes escándalos de uniformados ligados a bandas traficantes de cocaína y lamentablemente ninguno de ellos ha sido esclarecido hasta identificar a los cabecillas que visten uniforme. Las autoridades creen haber hecho lo suficiente con el procesamiento de al menos 140 efectivos retirados de la institución en los últimos cinco años, pero todo indica que es necesario iniciar una operación de cirugía mayor.Es verdad que –como se dijo-, ningún Gobierno ha tomado la decisión de ponerle atajo al descontrol que reina en la Policía, porque de una u otra manera los jerarcas de esta institución protegen su medio de vida, su poder y su estatus dentro del Estado y obviamente saben cómo ejercer presión en un país sin consistencia institucional y de inestabilidad patológica. El problema es que nunca antes se habían dado casos de tanta gravedad como el que implica al general Sanabria y lo peor de todo, jamás un Gobierno en funciones estuvo tan comprometido, con tantas preguntas por responder y con tantas sospechas por despejar.Nunca antes se habían dado casos de tanta gravedad como el que implica al general Sanabria y lo peor de todo, jamás un Gobierno en funciones estuvo tan comprometido, con tantas preguntas por responder y con tantas sospechas por despejar.
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