Nuevos policías egresan anualmente |
El presidente Evo Morales dio 90 días de plazo al nuevo comandante de la Policía, coronel Ciro Farfán, para que acabe con “el cáncer de la corrupción” que reina en esa institución.
Lo hizo a los pocos días de que estallara el escándalo de la captura del general René Sanabria en Panamá, portando 60 kilos de cocaína, con lo que se enlodó aún más la policía boliviana.
Una de las enseñanzas más difundidas en política es que no conviene ponerse plazos para nada, porque la gente los toma en cuenta y cualquier falla es un fracaso.
El presidente Morales había dado un plazo más corto todavía, de 45 días, al comandante reemplazado, general Oscar Nina, pero nunca le pidió cuentas sobre lo que había avanzado en esa materia.
El reemplazo de Nina, producido a los pocos días de la detención de Sanabria, dio la impresión de haber obedecido a ese escándalo y no a cambios fijados por el calendario, como explicaron los funcionarios del Gobierno.
Como quiera que sea, el plazo de 90 días dado a Farfán no parece una decisión bien meditada. Es difícil erradicar un cáncer, pero si es un cáncer de corrupción es más difícil todavía, y más aún si se lo debe hacer en tres meses.
Algunos analistas sospechan que en el Gobierno hay alguien que hace cometer errores al presidente Morales, pero esta vez se ha observado que es él mismo quien los comete. No tenía ninguna necesidad de poner plazos al nuevo comandante de la Policía: necesitaba mostrar al país que su gobierno entiende muy bien que el narcotráfico es un peligro mayúsculo que amenaza a la sociedad boliviana.
En cambio de ello, se han esmerado en decir cosas que le perjudican, como sostener que la captura de Sanabria es una patraña montada por “el imperio” contra el mandatario y su gobierno. Si nadie hubiera vinculado el caso con el Gobierno y con Evo Morales, estas declaraciones le hubieran abierto los ojos sobre este novedoso alcance.
Un estadista hubiera convocado a una reunión nacional para proponer la elaboración de una estrategia de defensa del país ante este flagelo. Hubiera propuesto la ejecución de un plan acelerado para la erradicación de los cocales, tanto excedentarios como ilegales. Hubiera dicho a los bolivianos que esta guerra la vamos a ganar, y que el narcotráfico no se saldrá con las suyas porque se le irán arrebatando los factores que tiene a su favor, como son los cocales ilegales.
El espectáculo del Parlamento, donde el ministro que tenía bajo su mando al general Sanabria fue aplaudido por el oficialismo, fue otro error. Ganar a la oposición en el Parlamento no podría llamarse un éxito, dada la diferencia de votos, de los propios y de los recién adquiridos. Lo que había que hacer era otra cosa.
Albert Einstein dijo: “no pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. Esta enseñanza podría servir mucho al Gobierno central. Si quiere que la situación del narcotráfico cambie, para beneficio del país, habría que dejar de hacer lo mismo.
Lo hizo a los pocos días de que estallara el escándalo de la captura del general René Sanabria en Panamá, portando 60 kilos de cocaína, con lo que se enlodó aún más la policía boliviana.
Una de las enseñanzas más difundidas en política es que no conviene ponerse plazos para nada, porque la gente los toma en cuenta y cualquier falla es un fracaso.
El presidente Morales había dado un plazo más corto todavía, de 45 días, al comandante reemplazado, general Oscar Nina, pero nunca le pidió cuentas sobre lo que había avanzado en esa materia.
El reemplazo de Nina, producido a los pocos días de la detención de Sanabria, dio la impresión de haber obedecido a ese escándalo y no a cambios fijados por el calendario, como explicaron los funcionarios del Gobierno.
Como quiera que sea, el plazo de 90 días dado a Farfán no parece una decisión bien meditada. Es difícil erradicar un cáncer, pero si es un cáncer de corrupción es más difícil todavía, y más aún si se lo debe hacer en tres meses.
Algunos analistas sospechan que en el Gobierno hay alguien que hace cometer errores al presidente Morales, pero esta vez se ha observado que es él mismo quien los comete. No tenía ninguna necesidad de poner plazos al nuevo comandante de la Policía: necesitaba mostrar al país que su gobierno entiende muy bien que el narcotráfico es un peligro mayúsculo que amenaza a la sociedad boliviana.
En cambio de ello, se han esmerado en decir cosas que le perjudican, como sostener que la captura de Sanabria es una patraña montada por “el imperio” contra el mandatario y su gobierno. Si nadie hubiera vinculado el caso con el Gobierno y con Evo Morales, estas declaraciones le hubieran abierto los ojos sobre este novedoso alcance.
Un estadista hubiera convocado a una reunión nacional para proponer la elaboración de una estrategia de defensa del país ante este flagelo. Hubiera propuesto la ejecución de un plan acelerado para la erradicación de los cocales, tanto excedentarios como ilegales. Hubiera dicho a los bolivianos que esta guerra la vamos a ganar, y que el narcotráfico no se saldrá con las suyas porque se le irán arrebatando los factores que tiene a su favor, como son los cocales ilegales.
El espectáculo del Parlamento, donde el ministro que tenía bajo su mando al general Sanabria fue aplaudido por el oficialismo, fue otro error. Ganar a la oposición en el Parlamento no podría llamarse un éxito, dada la diferencia de votos, de los propios y de los recién adquiridos. Lo que había que hacer era otra cosa.
Albert Einstein dijo: “no pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. Esta enseñanza podría servir mucho al Gobierno central. Si quiere que la situación del narcotráfico cambie, para beneficio del país, habría que dejar de hacer lo mismo.
(Editorial de El Deber de Santa Cruz, Bolivia)
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