Carlos Morales Peña
Desde el cielo, los restos del Málaga parecen formar un dominó desparramado con las fichas pintadas de gris.
Un promontorio de losas, vigas y pilotes destruidos es la señal de que estamos sobre la calle Monseñor Salvatierra, entre René Moreno e Independencia, la zona cero del siniestro. A dos cuadras se observa el edificio del Banco Nacional de Bolivia y, un poco más allá, la catedral mayor de Santa Cruz. La ciudad entera contiene la respiración frente a la impotencia de un rescate que parece imposible.
En el corazón de la inmensa ciudad, una herida, una dolorosa herida sobre la que millones de bolivianos esperan novedades de los posibles sobrevivientes y que ha sido un derrumbe de tristeza por los ocho muertos que, hasta ahora, dejó el desplome del edificio Málaga, el mayor desastre de la construcción.
EL DEBER hizo un sobrevuelo que comenzó a las 16:45 cuando el piloto Fernando Cadaño, de 21 años, pidió pista para el avión CP 2449. Había tardado unos minutos antes de lograr que la máquina descanse de un imprevisto ahogo y de esperar la llegada de otras dos avionetas y un lujoso Fairchaild. “Adelante, 2449, adelante”, ordenó el jefe de seguridad del aeropuerto El Trompillo, una de las estaciones de mayor tráfico aéreo del país.
A las 17:15, este reportero y el fotógrafo Fuad Landívar estábamos en el aire. “Debe volar dando vueltas por la izquierda, también esté atento a otros aparatos, ya que está en la línea de arribo de El Trompillo”, alcanzó a ordenar el operador de pista cuando desde el cielo ya se veía la avenida del segundo anillo.
No pasó ni un minuto y ya estábamos sobre la zona cero del desastre del Málaga. El escenario es, sencillamente, sobrecogedor. Los tres nos quedamos en silencio. Desde los 300 metros de altura en que nos encontrábamos no era posible escuchar el dolor de los familiares ni el esfuerzo de cientos de rescatistas, pero el sentimiento de dolor compartido frente a la tragedia lo pudimos ver y compartir desde otro ángulo.
Un dato que llama la atención de inmediato es el orden en que se realizan las tareas para llegar a los posibles sobrevivientes.
Un equipo de no más de 15 personas, entre bomberos y técnicos, se encuentra sobre los escombros del Málaga.
No mueven una pieza sin antes recibir las instrucciones de intervención en la zona del desastre. Trabajan con ayuda de maquinaria pesada, en particular, una grúa que mueve los bloques más pesados. La labor es lenta, pero parece precisa. Otras decenas de rescatistas esperan en fila para realizar los relevos, otros descansan y recuperan fuerzas.
Varios camiones de alto tonelaje esperan los restos de cemento, losas, ladrillos, maderas y fierros que quedaron de la destrucción. Detrás, en el parqueo que da a la calle Mercado, se instaló el campamento de salvataje de los heridos y atención de los familiares.
La manzana entera fue afectada por el siniestro entre las calles Salvatierra, René Moreno, Independencia y Mercado. En las cuatro esquinas, decenas de ciudadanos particulares y familiares de las víctimas esperan noticias del rescate.
Una larga fila de vehículos espera el paso en un embotellamiento en la René Moreno. Impresiona el número de personas que rodean la cuadra donde se ubicaba el edificio de nueve pisos que cayó la noche del lunes 24.
Otra avioneta, delante de nosotros, realiza también un sobrevuelo en la zona afectada por el derrumbe.
El operador de pista ordena al piloto que se aleje por unos minutos de la zona cero. El tráfico aéreo exige hacer una pausa en el avistaje. Santa Cruz se ve como una alfombra de casas, edificios, calles y avenidas que se extienden al lado del Piraí.
Al minuto volvemos sobre el edificio siniestrado. Desde las alturas se observa la tensión del rescate, bomberos y paramédicos que van y vienen, socorristas que toman un descanso en la titánica tarea.
Dos vueltas más fueron suficientes para mostrar la enorme mole de cemento destruido sobre el que trabajan los bomberos. Parece un gigante tendido que ha sido víctima de un bombardeo aéreo inesperado. Abajo esperan, con un dolor inconmensurable, a que salga alguna víctima con vida.
Detalles
- Rescate. Más de 300 rescatistas, entre bomberos y voluntarios, participan de las tareas de búsqueda de los sobrevivientes.
- Maquinaria. Una grúa excavadora, volquetas y equipos de perforación están siendo utilizados para llegar hasta los lugares donde presuntamente se encuentran los posibles sobrevivientes. Retiran escombros y losas más pesadas.
- Grupos. Los rescatistas fueron distribuidos en tres grupos: socorristas, técnicos de maquinaria pesada y voluntarios.
- Cruces. Desde el aire se pudo observar que se pintaron cruces sobre las losas principales para señalar lugares donde realizar las tareas de perforación.
- Campamento. El parqueo ubicado detrás del derrumbe, sobre la calle Mercado, fue habilitado para instalar el campamento de salvataje de los heridos y familiares. Ocho carpas están listas para atender a las víctimas con equipos paramédicos.
- Obras. Según datos de la propietaria del edificio Málaga, las obras se iniciaron en junio de 2010. Los departamentos debían entregarse en julio de este año.
- Causas. La Fiscalía establecerá las causas del siniestro. Los sobrevivientes señalan que el edificio se desplomó en cinco segundos y que no les dio tiempo a los trabajadores e ingenieros para salir del lugar.
Quejas porque nadie fiscaliza edificaciones
Nadie en Santa Cruz, ninguna entidad pública, sea del municipio u otra estatal fiscaliza la construcción de las obras civiles privadas, especialmente los edificios para uso multifamiliar o de índole comercial, denunció la presidenta del Colegio de Arquitectos de Santa Cruz, Rim Safar.
“El gobierno municipal no tiene ninguna norma que lo obligue a fiscalizar las obras de índole privada. No existe ninguna ordenanza que indique que el ejecutivo municipal debe tener una oficina, una dirección, como se llame, que haga la fiscalización de las obras de ejecución privada” expresó Safar.
Solamente la Alcaldía fiscaliza alguna obra cuando hay un aporte estatal, ya sea del Gobierno nacional, departamental o municipal.
En ese sentido, la representante de los arquitectos cruceños se quejó porque el Concejo Municipal desde 2005 hace “dormir el sueño de los injustos”, un proyecto para modificar el Código de Urbanismo y Obra, vigente desde 1992.
Safar sostuvo, además, que el municipio lo único que hace es aprobar el proyecto arquitectónico sin reparar en los aspectos estructurales. “Solamente piden que el proyecto de arquitectura esté de acuerdo con las medidas, a los retiros y a las alturas que indica el código. Las propuestas del cálculo estructural que se le dan solamente le ponen un sello de revisado, sujeto a responsabilidad del autor”, apuntó.
Por su parte, el actual concejal secretario del organismo deliberante cruceño, Manuel Saavedra, dijo que en la presente gestión no ha llegado al Concejo Municipal ninguna solicitud para modificar el Código de Urbanismo y Obra. Explicó que si es necesario este tema tiene que ser abordado dada su importancia para regular las edificaciones civiles. Saavedra se mostró contrario a buscar culpables mientras dure el proceso de recuperar las víctimas del edificio Málaga.
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