La permanente exposición pública del Presidente del Estado hace que, como ha sucedido en los últimos días, aumenten las posibilidades de que se equivoque. Si se revisan sus declaraciones sobre los procesos en contra de las autoridades actuales y pasadas del municipio paceño, los archivos militares clasificados sobre desaparición de personas en tiempos de las dictaduras, la referencia al consumo de coca por parte del Canciller paraguayo, la otorgación del premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa, su deseo de mantenerse sine díe en el poder , el ataque al ex Presidente Carlos Mesa por un tratado inexistente y un largo etcétera, se puede observar que ha caído en varios gafes que, en el caso de Paraguay, incluso le han obligado a pedir disculpas y en los otros a recurrir el odioso recurso de insultar a los adversarios, lo que tiene un alto costo institucional y personal.
Se convendrá en que es poco menos que imposible que una persona pueda abordar tantos temas que, además, tienen diferentes grados de prioridad. De ahí que además de los gafes que se pueden cometer, tanta recurrencia oratoria hace que temas realmente importantes puedan ser banalizados, de la misma manera que a temas banales se les le otorgue demasiada importancia. Además, hay que recordar que se sobreentiende que en boca presidencial todo debería ser importante.
Por tanto, en bien del país y de la investidura presidencial los asesores del Mandatario deben organizar con el debido rigor y antelación las apariciones públicas del Presidente y junto con él establecer los temas importantes a abordar contando con documentación clara y contundente, de manera que lo que él diga no pueda ser rebatido en el cam
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