El Estado Plurinacional ha anunciado que se lanzará de lleno a producir alimentos el próximo año y asegura que con su concurso se va a garantizar la seguridad alimentaria que está severamente amenazada en el país. Los cálculos más optimistas afirman que los primeros meses de 2011 serán dramáticos ya que se anuncia la escasez de maíz, trigo, carne de pollo y otros productos básicos, cuyos precios se han disparado últimamente y podrían alcanzar niveles prohibitivos durante las fiestas de fin de año.
El Gobierno afirma que ya no puede depender del sector privado para mantener abastecido al país, hecho que resulta contradictorio, ya que ha sido la intervención estatal, a través de los cupos, las prohibiciones, la inseguridad jurídica y la errónea política monetaria que perjudica a las exportaciones, la que ha provocado un descenso significativo en la producción de alimentos. Durante los últimos años se han producido cifras récords en la importación de comida y como nunca, están faltando artículos que anteriormente se podían exportar gracias a los excedentes de producción. La fuerte sequía que ha azotado al país este año y que no fue enfrentada adecuadamente por las autoridades gubernamentales, ha puesto su cuota aparte y obviamente pone al país en una situación dramática.
El dogmatismo extremo de los conductores del país los está llevando a intentar hacer cumplir una teoría del Estado que no ha funcionado en ninguna parte del mundo. Los estados socialistas de Europa Oriental básicamente se cayeron por la ineficiencia en la producción de alimentos. La concentración de la producción en manos de burócratas absolutamente ignorantes en cuanto a manejo de procedimientos, tecnologías y prácticas culturales relacionadas con el campo, condujeron a aquellas naciones a situaciones de hambruna, tal como sucede hoy en Corea del Norte y en Cuba, donde la industria azucarera cubana, una de las más fuertes del mundo ha quedado en ruinas, lo que obliga a los revolucionarios de la Isla a importar volúmenes cada vez más grandes, no sólo de azúcar sino también de frutas, tubérculos y otros vegetales que constituyen la dieta básica de la población.
En los pocos años que lleva el Gobierno de Evo Morales, la penetración en la economía estatista lamentablemente ha dado ya abundantes malas noticias. El descalabro de la industria gasífera, que nos ha convertido en fuertes importadores de hidrocarburos, es el ejemplo más palpable de lo que puede ocurrir con los alimentos. La empresa Emapa, dedicada al rubro, ni siquiera ha sido capaz de mejorar un sistema de distribución y está muy lejos de ejercer un cambio notable en el ámbito rural boliviano, aquejado por la improductividad, la falta de tecnificación y las viejas prácticas agrícolas. El único efecto que ha tenido el accionar de esta institución y las políticas gubernamentales aplicadas al agro, ha sido justamente dañar severamente el aparato más moderno y productivo del país concentrado en el oriente boliviano.
Aquella vez que fracasó la entrega de tractores a los campesinos, por culpa de la corrupción y la ineficiencia, los actuales gobernantes debieron darse cuenta que la producción no es asunto de los políticos y que su excesiva intervención no puede conducirnos más que al desastre.
El dogmatismo extremo de los líderes del país los lleva a cumplir una teoría de Estado que no funcionó en ninguna parte del mundo. Los estados socialistas de Europa Oriental cayeron por la ineficiencia en la producción alimentaria, que en manos de burócratas ignorantes, condujeron a esas naciones a la hambruna, tal como sucede hoy en NorCorea y Cuba.
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