Gustavo Fernández, ex canciller, fue uno de los principales artífices de la resolución de 1979, que emitió la IX Asamblea de la OEA sobre el tema mar. Si bien las negociaciones para alcanzarla tuvieron elementos históricos y jurídicos, Fernández explica que estuvo apuntalada por argumentos políticos.
Todo comenzó cuando el ex presidente Wálter Guevara Arce se encontró con que en el Gobierno que le precedió (Celso Padilla) se habían logrado dos triunfos: primero, la inclusión del tema mar en la agenda de la IX Asamblea de la OEA, venciendo la resistencia tradicional de Chile; y segundo, que esa asamblea se hiciera en La Paz, en el centenario de la Guerra del Pacífico.
Faltaban apenas tres meses para la Asamblea, y el Gobierno concluyó que esa oportunidad y ese escenario no debían desperdiciarse. “Pusimos en marcha un programa muy intenso de consultas para preparar la resolución”, cuenta.
¿Qué contexto se vivía entonces? Un año antes, se realizó la VIII Asamblea de la OEA en Chile. Gobernaba Augusto Pinochet y en EEUU, Richard Nixon. Este último, en el encuentro, a través de un representante, le dio un apoyo “indirecto” a esa dictadura.
A diferencia de éste, dice Fernández, en la Asamblea del 79 en La Paz “el empuje” por la democracia fue más fuerte, porque el presidente de EEUU, Jimmy Carter – sucesor de Nixon- , y su política de derechos humanos, se dirigía contra las dictaduras y afirmaba los principios democráticos.
Recuerda que “EEUU era un actor muy importante en ese momento, y Bolivia abría la puerta de la democracia en el sur, como una cuña entre las dictaduras de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y el Gobierno militar de Brasil, que se preparaba para hacer su transición. Los países andinos, también estaban en pleno proceso democrático”.
El ex canciller explica que en consecuencia, el eje de la negociación de la Resolución del 79 “tuvo un fuerte respaldo político de las potencias democráticas latinoamericanas contra las dictaduras del continente”; y que fue “en la confluencia de EEUU y el Grupo Andino que Bolivia tuvo su base de negociación inicial”. El interés principal de Bolivia era conseguir la declaración de La Paz, sobre la democracia, y en ese impulso: el tema mar.
A este panorama se sumó el apoyo de la sexta conferencia del Movimiento de Países No Alineados que se efectuó en Cuba, donde se aprobó un texto en favor de la demanda marítima. Así, Bolivia sumó este movimiento a su bando y con Cuba se adhirió también el apoyo de los países caribeños. Los países centroamericanos terminaron de cerrar el apoyo continental.
Entonces, ¿hubo lobby?
Pero claro, hicimos una gestión política muy intensa en todos los países y con esos elementos, políticos e históricos. Pero luego planteamos la demanda acá en términos políticos. No la planteamos en términos jurídicos ni históricos. El presidente Guevara hizo un extraordinario discurso en la inauguración en el que demolió los argumentos de Chile, pero la base de nuestra gestión política para la resolución fue política. En La Paz se negoció la resolución de la OEA, con dos argumentos. El primero, que la mediterraneidad de Bolivia y la persistencia del clima de confrontación en el Pacífico era una amenaza a la paz continental. Ese argumento tenía sustento porque un año antes Chile y Perú estuvieron al borde de la Guerra. Dos años antes Argentina y Chile también. El ambiente que existía entonces era de extrema confrontación, al punto de la confrontación política entre democracias y dictaduras, y militar entre Perú, Chile y Bolivia. La otra argumentación era que la falta de acceso soberano de Bolivia era un obstáculo a la integración continental.
¿Cómo se dio la negociación del texto?
El texto lo negociamos en el curso de la asamblea, pero el apoyo político y las ideas ya estaban. Y eran: la mediterraneidad boliviana es una amenaza a la paz y seguridad continental, y es un freno a la integración latinoamericana; por eso, los países tienen interés en que se resuelva.
Sobre esa base se negocia la resolución, que agrega que es necesario que Bolivia tenga acceso soberano al mar, por un corredor que lo comunique por un puerto. Y ahí estábamos recogiendo los elementos de la negociación de Charaña del año 75: acceso soberano con corredor. Y como Perú en ese año se opuso a esa solución, planteando la internacionalización del puerto, en la resolución hablamos de una posible área de desarrollo integrado, para que no se sintiera ofendido y participara en la resolución.
Realizaron una lectura adecuada de la situación.
Que es el primer factor: con quienes cuento, qué puedo hacer, cuáles son los factores. Por eso menciono la gestión política que acompañó a la negociación. No llegamos con el proyecto a decir apruébenmelo, ahí está. No. Buscamos apoyos políticos. La lucha por la democracia, el centenario de la Guerra del Pacífico, la amenaza a la paz y seguridad continental, el freno a la integración latinoamericana. Estos elementos crearon el escenario de la negociación.
Con Natusch se “cortó el vuelo” a una estrategia
¿Cómo dejaron a Chile sin resquicios para contrarrestar el objetivo de Bolivia?
Era difícil que pudiera hacerlo. Pinochet estaba muy desgastado, la resistencia regional a su persona era muy fuerte y sus aliados militares, como Rafael Videla en Argentina, tenían pues otros planes. Por eso el golpe de Alberto Natusch Busch, y después el de Luis García Meza. No es que se quedaron con las manos cruzadas. Como ésa era una confrontación entre democracias y dictaduras, y ganamos la Asamblea de la OEA las democracias, volvieron con los golpes, que fueron apoyados por las dictaduras militares del sur y la de Chile. No se quedaron de manos cruzadas. Ellos buscaron su propia vía.
¿Por qué no se aprovechó después lo que se consiguió con esa resolución?
Se cortó el vuelo, porque el propósito de la resolución no era conseguir que la OEA dijera que Chile nos devolviera el mar, sino fortalecer la posición negociadora de Bolivia con respecto a Chile, con el respaldo continental. Y para eso, la idea era continuar fortaleciendo esa posición y llevar el tema a la asamblea de las Naciones Unidas.
La gestión política fue apropiada, la política interna estaba demasiado convulsionada. Era una confrontación muy dura. Hay que recordar lo que vino después: Natusch, Lidia Gueiler, García Meza, Vildoso, la UDP, la hiperinflación, Paz Estenssoro’. Es decir una década tormentosa. Todos los cancilleres que me sucedieron trataron de recuperar (esas condiciones). Yo mismo volví a ser canciller con el doctor Hernán Siles (1984-1985), pero ya era muy difícil reconstruir ese escenario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario