La política es como el clima, cuando los fenómenos naturales son moderados, existe bonanza y el rendimiento de las cosechas es bueno, pero en cuanto comienzan a haber excesos el efecto es la pérdida total y el desastre.
Evo Morales, ascendió a la presidencia de Bolivia prometiendo grandes cambios, pero al cabo de 5 años de gestión nos encontramos ante la realidad de un efecto de consecuencias desastrosas. ¿Qué hizo para obtener este resultado?: ser impredecible, intempestivo, implantar una Asamblea Constituyente por fórceps, plantear un Estado Plurinacional para destruir la República y con ella la vigencia del Estado de Derecho, las garantías, libertades y derechos de las personas. Definió su acción política como el arte de enfrentar regiones y etnias e implementó un régimen económico en el que a nombre del Estado un grupo de burócratas se han ido convirtiendo en dueños del país, centralizando hasta el comercio en manos del gobierno y destruyendo la producción y el valor del trabajo honesto. La gestión del Mas jugó al desastre y la destrucción de instituciones y del aparato productivo, todo por hacer un país a la medida del poder y los poderosos de turno.
Todos sabemos cómo se han manejado las nacionalizaciones, que han convertido las empresas en botines de guerra, feudos en los que muchos funcionarios de alto nivel se han enriquecido empobreciendo a los bolivianos e incluso han llegado a conformar mafias que no han escatimado en desatar actos criminales por acceder a jugosas coimas. En medio de toda esta inclemencia salvaje a la que ha sido sometida la sociedad boliviana hemos tenido que tolerar el recorte de derechos, libertades y la implementación de persecuciones que han puesto a mucha gente inocente fuera del país y en las cárceles.
El efecto del gobierno del MAS nos tomó desprevenidos a los bolivianos que quedamos pasmados ante el cataclismo que ofrecía que de él tenía que nacer un mundo nuevo, más o menos como el hundimiento de la Antártida para dar luz a otro continente. Claro que esto no pasó y estamos ante el efecto del hundimiento y punto.
Actualmente los bolivianos ya reconocen el fenómeno devastador y el termómetro social ha comenzado a subir, el pueblo está reaccionando con dolor, con bronca y con rechazo a las acciones que lo están dañando.
El termómetro marca desaprobación y esto y no es otra cosa que el rechazo manifestado por la opinión ciudadana en las últimas encuestas. El Grupo Fides reveló el 12 y 13 de febrero que el 87% de los bolivianos no cree en lo que dice Evo Morales, el 84% no confía en el gobierno y el 80% no quiere que el presidente obtenga un tercer mandato. En el mismo tenor de desilusión el 73,40% de los consultados considera que no hay una política económica y un 73,70% que no hay política alimentaria. El panorama es de un verdadero desastre, de dimensiones todavía incalculables e impredecibles, puesto que no se ven síntomas de que el gobierno entienda la crisis que está provocando en el país. La fundación Milenio realizó un estudio que refleja que la conflictividad social ha llegado a un récord histórico en el 2010, con 811 focos de conflicto que superaron ya los conflictos que se desataron en 1970. A su vez la encuestadora Ipsos, Opinión y Mercado muestra que por tercera vez consecutiva la aprobación del Jefe de Estado registra un descenso, cayendo de 36% en enero a 32% este mes, en tanto su nivel de desaprobación sube de 56 a 63%.
En el estado actual en que se encuentra el gobierno del presidente Evo Morales no puede seguir hablando de legitimidad pues ha perdido el timón de la gobernabilidad en medio de una aguda crisis económica y un panorama totalmente desalentador.
El efecto Evo, ya puede ser medido en el país y está dejándonos ver que aunque todavía no ha llegado a su final dejará secuelas desbastadoras si no se comienzan a buscar paliativos y remedios y no se pone en acción un plan de contingencia y de alerta temprana para todo lo que de aquí en más vendrá como secuela.
También nos deja ver que de perseverar dejará el país en muy mal estado y que necesariamente nos obliga a pensar en un proyecto político que supere ampliamente la desmesura y el abuso y plantee una visión política, económica y social dentro de un marco de seriedad y responsabilidad.
Claro, la brújula de la historia nos orienta hacia otra era, otro estadio, y no existe la posibilidad remota de volver a ejercicios autoritarios, ni de pensar en retomar el modelo de capitalismo salvaje ni de capitalismo de Estado. El termómetro y la brújula nos exigen buscar soluciones económicas y sociales que nos permitan una renovación de la democracia que hasta ahora se ha pretendido ejercer a nombre de nuestro pueblo pero sin nuestro pueblo. * Senadora por Santa Cruz- Bolivia
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