Como lo ha dicho el Vicepresidente, es verdaderamente inadmisible que pese a lo abundantes que son las evidencias la justicia tarde tanto en emitir su fallo
Ayer, como viene ocurriendo desde hace tres años, en diferentes ciudades del país se han organizado diversos actos para conmemorar otro aniversario de la ofensiva policial que con apoyo logístico militar se desató contra la VIII Marcha de los habitantes del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), en la localidad de Chaparina, el 25 de septiembre de 2011.
Es muy significativo que los hechos ocurridos en aquella ocasión se hayan incorporado ya al muy nutrido calendario de fechas que a lo largo de nuestra historia han ido marcando hitos que sirven como puntos de referencia a la hora abrir rumbos y reconocer las huellas de un proceso político y social tan complejo como el que está desarrollándose en nuestro país.
Paradójicamente, los actos de recordación adquieren especial relevancia porque tienen como contrapartida un despliegue también notable de esfuerzos dirigidos en sentido contrario, con el claro propósito de que el paso de los meses y los años vayan borrando de la memoria colectiva y de la historia oficial esta penosa página de la historia contemporánea.
Este año, a diferencia de los anteriores, se ha oído con claridad suficiente como para que no pase desapercibida una voz gubernamental que, de ser sincera, podría contribuir en gran medida a que los hechos de Chaparina no queden definitivamente condenados al limbo donde tan cómodamente se mueven la impunidad, los resentimientos y las injusticias en todas sus formas. Nos referimos a las palabras del vicepresidente Álvaro García Linera quien, en su condición de Presidente en ejercicio, ha expresado su deseo de que este asunto sea de una vez esclarecido de modo que las muchas dudas que han quedado pendientes sean despejadas y los verdaderos responsables de esos hechos sean juzgados y, si corresponde, debidamente sancionados.
“Este caso de Chaparina, el de la Masacre del Porvenir, el del hotel Las Américas, son tres casos emblemáticos en los cuales nosotros somos los más interesados de que acaben, se esclarezcan y se sentencie a quien tenga que sentenciarse, a quien sea, pero por Dios que lo hagan de una vez”, ha dicho.
Es verdad que tales palabras pueden ser interpretadas con ciertos matices, pues la referencia al caso Chaparina se hizo junto a otros dos temas pendientes y también podrá ponerse en duda la sinceridad con que fueron dichas. Sin embargo, nada de eso es suficiente para restar importancia al meollo del mensaje vicepresidencial, pues ni desde el punto de vista del Gobierno, y mucho menos de la sociedad, es admisible que la justicia dé indefinidamente largas a tan importantes asuntos.
Tiene mucha razón el Vicepresidente, pues a estas alturas de la historia, y después de que los antecedentes del caso Chaparina, como de los otros dos mencionados, ya son ampliamente conocidos y comprendidos en su verdadera naturaleza, no tiene ningún sentido que las autoridades judiciales persistan en su afán de eludir su responsabilidad. Como lo ha demostrado el vigor con que esos tres temas se mantienen candentes pese al tiempo transcurrido, tarde o temprano llegará la hora de la verdad. Y cuanto más tiempo pase, más burdos y menos convincentes serán los esfuerzos que se hagan para evitar que lo inevitable ocurra.
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