Encontrar formas para el control del voto, es ingresar, quizá innecesariamente, a un ámbito de desconfianza, pero principalmente, es hacerle un daño a la democracia
Constitucionalmente nadie está obligado a votar por un determinado candidato en las elecciones generales. Y cuando se habla de que el control del voto, por ejemplo, en comunidades campesinas, más que un acto formal, tiene un valor moral, resulta que es todo lo contrario porque si esto se practica, esta socavando la democracia, es decir, se la está debilitando, especialmente en lo moral y formal.
Por ello, es que llama la atención y plantea dudas sobre el acto electoral, cuando la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTSB) que es afín al partido de Gobierno, anuncia controlar a sus afiliados para que voten a favor de la candidatura del oficialismo.
La esencia del voto democrático es el voto cruzado, es decir, el voto soberano por cualquiera de los candidatos. Se puede comprender que existan ampliados campesinos donde los activistas expliquen las bondades de un candidato determinado y mediante el poder de la convicción y de la campaña propia, legal y también legítima, busquen convencer a los concurrentes para que brinden su voto a favor del candidato. Lo que resulta un despropósito es prohibir el voto cruzado, mediante una instrucción.
Aún más, cuando se anticipa que se ejercitará un control el día de los comicios y después del escrutinio para garantizar el 100 por ciento de votos para el candidato que fue escogido por la comunidad. Esto resulta un contrasentido respecto a los principios constitucionales, a las normas electorales y a la democracia, que es el sostén del régimen electoral, con la pluralidad en el voto y la libre elección de los ciudadanos por uno u otro candidato.
Las declaraciones de los dirigentes de la máxima organización sindical campesina, son desafortunadas, por decir lo menos, porque plantean anticipadamente un escenario irregular, en un ámbito donde lo que más se debe cuidar es la transparencia del proceso electoral y de la elección en las urnas. Incluso el mal llamado voto consigna, que es el voto duro, puede ser producto de la campaña, del convencimiento, de motivar la conciencia soberana, pero el control del voto no tiene relación con una justa electoral que debe ofrecer a los ciudadanos garantías.
En el plano de la aplicación de la norma electoral, ya han advertido autoridades del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que si una persona quiere obligar a otra o a una comunidad a votar por una determinada agrupación política, estaría cometiendo el delito de coacción electoral que debe ser investigado de oficio por el Ministerio Público el día de los comicios, y que tiene penas privativas de libertad.
La democracia ha evolucionado desde la aprobación del Voto Universal en la revolución de 1952, aunque las deformaciones del mismo, se presentaron aquellos años posteriores cuando el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) impuso su papeleta en los recintos de votación, introduciendo la única e impidiendo el ingreso de otras. La papeleta multicolor y multisigno fue un gran avance democrático electoral.
Encontrar otras formas para el control del voto, es ingresar, quizá innecesariamente, a un ámbito de desconfianza, pero principalmente, es hacerle daño a la democracia, un sistema en el cual los bolivianos confían y que lo han demostrado con su concurrencia a la urnas en tantas oportunidades, desde que se recuperó la democracia hace más de 30 años.
Por ello, es que llama la atención y plantea dudas sobre el acto electoral, cuando la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTSB) que es afín al partido de Gobierno, anuncia controlar a sus afiliados para que voten a favor de la candidatura del oficialismo.
La esencia del voto democrático es el voto cruzado, es decir, el voto soberano por cualquiera de los candidatos. Se puede comprender que existan ampliados campesinos donde los activistas expliquen las bondades de un candidato determinado y mediante el poder de la convicción y de la campaña propia, legal y también legítima, busquen convencer a los concurrentes para que brinden su voto a favor del candidato. Lo que resulta un despropósito es prohibir el voto cruzado, mediante una instrucción.
Aún más, cuando se anticipa que se ejercitará un control el día de los comicios y después del escrutinio para garantizar el 100 por ciento de votos para el candidato que fue escogido por la comunidad. Esto resulta un contrasentido respecto a los principios constitucionales, a las normas electorales y a la democracia, que es el sostén del régimen electoral, con la pluralidad en el voto y la libre elección de los ciudadanos por uno u otro candidato.
Las declaraciones de los dirigentes de la máxima organización sindical campesina, son desafortunadas, por decir lo menos, porque plantean anticipadamente un escenario irregular, en un ámbito donde lo que más se debe cuidar es la transparencia del proceso electoral y de la elección en las urnas. Incluso el mal llamado voto consigna, que es el voto duro, puede ser producto de la campaña, del convencimiento, de motivar la conciencia soberana, pero el control del voto no tiene relación con una justa electoral que debe ofrecer a los ciudadanos garantías.
En el plano de la aplicación de la norma electoral, ya han advertido autoridades del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que si una persona quiere obligar a otra o a una comunidad a votar por una determinada agrupación política, estaría cometiendo el delito de coacción electoral que debe ser investigado de oficio por el Ministerio Público el día de los comicios, y que tiene penas privativas de libertad.
La democracia ha evolucionado desde la aprobación del Voto Universal en la revolución de 1952, aunque las deformaciones del mismo, se presentaron aquellos años posteriores cuando el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) impuso su papeleta en los recintos de votación, introduciendo la única e impidiendo el ingreso de otras. La papeleta multicolor y multisigno fue un gran avance democrático electoral.
Encontrar otras formas para el control del voto, es ingresar, quizá innecesariamente, a un ámbito de desconfianza, pero principalmente, es hacerle daño a la democracia, un sistema en el cual los bolivianos confían y que lo han demostrado con su concurrencia a la urnas en tantas oportunidades, desde que se recuperó la democracia hace más de 30 años.
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