Hace poco, en Brasilia, ha tenido lugar la cumbre de los presidentes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (Brics), oportunidad en que han anunciado al mundo la creación de un Banco de Desarrollo que les permita vislumbrar un nuevo orden financiero internacional. Para ello, también han suscrito un Acuerdo de Reservas de Contingencia. En otras palabras, pretenden concebir una alternativa a los acuerdos de Bretton Woods de 1944, cuando se lanzaron las resoluciones de la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas para establecer las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo.
Conviene recordar que en Bretton Woods se decidió también la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, además del uso del dólar como moneda de referencia internacional. Si se considera la opinión que los países suscribientes del nuevo banco de desarrollo tienen de los organismos internacionales citados, no debe extrañar que alienten el fin de la especulación y extorsión hacia los países en desarrollo e incluso a los que no comulgan con sus ideales filosóficos e ideológicos. También debe considerarse el cuestionamiento del liderazgo de Estados Unidos en el planeta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde Bretton Woods a Brasilia ha pasado mucho.
Desde esa óptica, Brasilia se erige en la cuna de una institucionalidad financiera distinta de la que se fundó en la posguerra bajo los auspicios de Estados Unidos y Europa. Sin embargo, son similares los esfuerzos por disponer de millonarios fondos. En el terreno de los hechos, el Banco del Brics iniciará con un anunciado capital de cien mil millones de dólares. Conviene señalar que todo es el resultado lógico de la dificultad de traducir la gravitación económica en poder político. La resistencia a una reforma del Fondo Monetario Internacional, que habría llevado a China, Rusia, India a lugares de privilegio en las capacidades de decisión, puede considerarse como el detonante más creíble.
Sin embargo, ya han surgido voces que señalan a la izquierda nacionalista de los gobiernos populistas de Latinoamérica como la responsable de alentar fantasías bajo la égida de un antiimperialismo que también asumieron a su turno, algunas dictaduras en la década de los años sesenta. Han puesto como ejemplo el intento de sustituir al Banco Interamericano de Desarrollo por un Banco del Sur, que todavía no nació. Desde esa perspectiva, el propósito del Brics no prosperará. Por su parte, los presidentes y aliados de la línea bolivariana, que persiguen un socialismo todavía difícil de entender, consideran que Unasur debería buscar también su propio banco de desarrollo regional
Sin duda, tras de esta iniciativa financiera se esconden muchas expectativas, y entre ellas las políticas. Brasil, por ejemplo, trata de levantar su deteriorada imagen, a la que ha contribuido el fracaso deportivo del Mundial de fútbol. De hecho, China lleva la voz cantante en este emprendimiento, al que todavía le falta el requisito de la viabilidad en el tiempo para considerar su perfil de implementar un nuevo orden financiero internacional utilizando sus propias monedas y desterrando el dólar, símbolo de un sistema que consideran en declive. Si los expertos aciertan en su calificativo de simples fantasías está por verse, lo mismo que la posibilidad de una vía alterna en la economía.
Conviene recordar que en Bretton Woods se decidió también la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, además del uso del dólar como moneda de referencia internacional. Si se considera la opinión que los países suscribientes del nuevo banco de desarrollo tienen de los organismos internacionales citados, no debe extrañar que alienten el fin de la especulación y extorsión hacia los países en desarrollo e incluso a los que no comulgan con sus ideales filosóficos e ideológicos. También debe considerarse el cuestionamiento del liderazgo de Estados Unidos en el planeta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde Bretton Woods a Brasilia ha pasado mucho.
Desde esa óptica, Brasilia se erige en la cuna de una institucionalidad financiera distinta de la que se fundó en la posguerra bajo los auspicios de Estados Unidos y Europa. Sin embargo, son similares los esfuerzos por disponer de millonarios fondos. En el terreno de los hechos, el Banco del Brics iniciará con un anunciado capital de cien mil millones de dólares. Conviene señalar que todo es el resultado lógico de la dificultad de traducir la gravitación económica en poder político. La resistencia a una reforma del Fondo Monetario Internacional, que habría llevado a China, Rusia, India a lugares de privilegio en las capacidades de decisión, puede considerarse como el detonante más creíble.
Sin embargo, ya han surgido voces que señalan a la izquierda nacionalista de los gobiernos populistas de Latinoamérica como la responsable de alentar fantasías bajo la égida de un antiimperialismo que también asumieron a su turno, algunas dictaduras en la década de los años sesenta. Han puesto como ejemplo el intento de sustituir al Banco Interamericano de Desarrollo por un Banco del Sur, que todavía no nació. Desde esa perspectiva, el propósito del Brics no prosperará. Por su parte, los presidentes y aliados de la línea bolivariana, que persiguen un socialismo todavía difícil de entender, consideran que Unasur debería buscar también su propio banco de desarrollo regional
Sin duda, tras de esta iniciativa financiera se esconden muchas expectativas, y entre ellas las políticas. Brasil, por ejemplo, trata de levantar su deteriorada imagen, a la que ha contribuido el fracaso deportivo del Mundial de fútbol. De hecho, China lleva la voz cantante en este emprendimiento, al que todavía le falta el requisito de la viabilidad en el tiempo para considerar su perfil de implementar un nuevo orden financiero internacional utilizando sus propias monedas y desterrando el dólar, símbolo de un sistema que consideran en declive. Si los expertos aciertan en su calificativo de simples fantasías está por verse, lo mismo que la posibilidad de una vía alterna en la economía.
A este emprendimiento le falta aún el requisito de la viabilidad en el tiempo para validar su capacidad de implementar un nuevo orden financiero internacional. Pero también debe repeler la ácida crítica de ser una simple fantasía populista.
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