El delirio de
convertir las evidencias en mentiras
Susana Seleme
Antelo
“El que dice una mentira, estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de la primera”Alexander Pope (Poeta inglés 1688-1744).
Aplicada
la frase al jefe del régimen, Evo Morales, se comprende el esfuerzo que hace
para convertir las evidencias de sus trampas discursivas, del derroche de la
riqueza producida en el país y de su mala gestión en la administración pública,
en mentiras fabricadas por la oposición.
El delirio político por prorrogar su
mandato ad infinitum, omite la verdad del artículo 168 de
Constitución Política el Estado, que acepta solo una reelección. La que
pretende Morales en 2019 sería la cuarta, viola la ley y comete delito. Pretender
una re-re-reelección es una evidencia que no admite apelación porque es
corromper la democracia.
La sociedad boliviana le dijo NO el 21
de febrero de 2016 para preservar la alternabilidad en el ejercicio del poder
político en democracia. Ese NO es una verdad comprobada en votos que desbarata
sus planes de quedarse en el poder para seguir medrando de él. Ese NO fue
un grito civil sin que mediara en ese acto manipulación mediática alguna, como pretende
hacer creer el autócrata.
La verdad es que solo después de que
Bolivia dijo NO en
febrero de 2016,
la sociedad y el mundo se fueron
enterando de los entresijos nada amables del romance de Morales con la
adolescente Gabriela Zapata, y sobre el tráfico de influencias tejido al más
alto nivel político. Sí se sabía antes de aquel Referéndum las verdades sobre el
desfalco al Fondo Indígena, corrupción que se añadía a las barcazas chinas, el
sobreprecio del satélite, entre otras evidencias de gestión plagada de vicios.
Como los afiches con foto de Morales pegados en las ventanas de los trenes del metro
de Madrid para inducir a las/los inmigrantes bolivianos a votar por el SI. ¿Cuánto
costó aquella pegatina en el metro madrileño y otras ciudades españolas, o las
páginas pagadas en diarios extranjeros? Eran demasiadas evidencias de abusos y mentiras, abonadas de corrupción
rampante. Como todo quedaba en la impunidad, una mayoría defraudada votó NO.
La verdad de la política autoritaria y populista
de Morales, remite a la pesadilla de las masas en acecho del MAS –cocaleros,
‘interculturales’ y otros- que insisten en que él es “imprescindible” para la continuidad
del “proceso de cambio”. Tras 11 años, se puede afirmar que durante ese proceso
esquilmaron las riquezas de Bolivia en la llamada ‘década de bonanza’. Las
malgastaron y no transitaron de la economía extractivista primario-exportadora a
una economía diversificada, con industrias generadoras de valor agregado,
empleo y trabajo asalariado bien pagado, en lugar de elefantes blancos y el
‘rentismo’ de los bonos. Ninguno ha disminuido ni la arraigada informalidad ni
la precariedad laboral.
Una verdad objetiva fue la vivida hace un
año, ante la insensibilidad de Morales frente a las maltratadas personas con
discapacidad, cuando solo pedían un bono para sobrevivir algo mejor. Tras haberlas
humillado entonces, hoy les “fija un bono
y luego pide que lo pague otro (las alcaldías), cuando en la realidad él maneja
el 90% de la plata”, según el
analista Jimmy Ortiz Saucedo. Como el
Bono Dignidad para la tercera edad, que lo pagan las gobernaciones. El
autócrata Morales hace política populista con dineros ajenos: el de la gente de a pie de los
municipios del país.
El delirio de convertir las evidencias en
mentiras remite a la instrumentalización de la justicia en detrimento del
debido proceso y la presunción de inocencia, con flagrantes violaciones, como
la toma de la Asociación Permanente de Derechos Humanos y el pedido de destitución
de su presidenta, Amparo Carvajal. O como la ojeriza contra el ex gobernador de
Beni, Carmelo Lenz, ya dos veces en prisión acusado de delitos no cometidos. O como
el acoso al ex ministro de Planeamiento -hace 25 años- Samuel Doria
Medina, sin que hubiese hecho daño alguno a los intereses de la entonces
República de Bolivia. Esas son otras evidencias: violación a derechos civiles y humanos.
Convertir las evidencias en mentiras remite,
también, a los procesos judiciales contra
autoridades electas democráticamente, no afines a la dictadura revestida de
democracia. Lo mismo que a periodistas fieles a la evidencia de realidades
objetivas, que no se acobardan frente a la voracidad concentradora del autócrata Morales sobre los
medios de comunicación-información. Mientras el oficialismo rechaza el pensamiento
crítico y las voces que denuncian abusos políticos, económicos, medioambientales
y otros, existe un periodismo que defiende el derecho de las personas a estar
bien informadas y a que se conozca lo que el régimen censura y esconde. Morales
y sus hombres les dan un trato descalificador,
vejatorio y los acusa de ser el “Cartel de la mentira”, cuando los únicos mentirosos reincidentes y
recalcitrantes en Bolivia son ellos.
La mentira política falta a la verdad a
sabiendas y mina la credibilidad en la institucionalidad del Estado. Es una
invasión, sigilosa, abierta o violenta a la libertad y al derecho ciudadano, con
afirmaciones falsas que crean ideas también falsas. A esas mentiras y
falsedades la ciudadanía les dirá otra vez
NO,
en el primer aniversario del 21 F.
Este 21 de febrero de 2017 volveremos a
hacer ejercicio de ciudadanía plena en calles, plazas, coliseos y cadenas humanas.
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