Coincidiendo con la parcial victoria de la oposición venezolana que, vía la contundente huelga de hambre de uno de sus principales líderes, logró que se convoque a elecciones parlamentarias para fines de este año, la cúpula familiar-militar que dirige Venezuela promulgó un decreto supremo que norma sobre sus límites con Colombia sin negociación previa y en términos inaceptables para este país.
Dada la naturaleza del régimen y su decisión de acudir a cualquier medio para prorrogarse en forma indefinida en el poder, no han sido pocos los analistas que han advertido que detrás de esta acción lo que éste busca es crear un nuevo enemigo externo para poder aunar voluntades, (como pretendió a principios de los 80, la dictadura argentina al invadir las Islas Malvinas). Esta necesidad es más importante aún, pues con las negociaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba para normalizar sus relaciones, el discurso antiimperialista del Gobierno venezolano es cada vez menos creído incluso entre muchos de los pocos seguidores que le quedan. Por tanto, habrían hecho esa provocación, incluso con el peligro de que, con ella, se pueda llevar a su pueblo a un enfrentamiento.
La contundente reacción de Colombia ha hecho que las autoridades venezolanas traten de minimizar su acción, pero lo han hecho con una retórica ofensiva hacia las autoridades del vecino país. Felizmente, no ha subido de tono, pero bien haría la comunidad internacional en realizar un atento seguimiento a esta situación para, si la provocación se mantiene, evitar que se ingrese en una escalada de agresiones que puede terminar muy mal.
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