Acabo de leer unas anotaciones del escritor chileno Raúl Rivera acerca de los mitos que rodean a Latinoamérica, la diferencia entre la imagen y la realidad. Verdades a medias. Creo que el asunto merece otra atención que un simplista acercamiento a datos que parecieran decir que estamos ya mejor que los Estados Unidos o Japón. Nadie niega el potencial, pero no entiendo por qué minimizar los criminales latinoamericanos (Pinochet, Videla) comparándolos con Mao o Stalin. No es asunto numérico. Aproximación tal puede restar importancia a lo que sucede en el continente, a las aberraciones Chávez, Morales, Correa, porque siempre, estadísticamente, serán menores a otras afuera. Respecto a la cocaína, hace muchísimo que se sabe que es un negocio del gran capital. Lo he dicho, con ánimo de desmitificar, a masistas que sueñan que esta “lucha”, la de producir cocaína, es un acto de revolución. Nada más capitalista que la droga, y los cocaleros, enceguecidos por el dinero fácil que no crea ni sustenta futuro, lacayos son de las grandes finanzas. El susodicho Evo, incómodo malestar de la cultura y agente de la incultura, con narcómano frenesí representa lo mejor del capitalismo salvaje, haciendo creer a la bola originario campesina que se busca el ancestro, cuando lo cierto es que despide al ancestro para siempre con globalización delincuencial y riquezas malhabidas. Bolivia, de la cocaína, obtiene migajas, y quien fomenta este espejismo comete traición.
Leo con mayor frecuencia que el vicepresidente se ha asegurado el bolsillo. La retórica marxiana, modelo andino, voluble y pegajosa como greda, le sale por los extremos del cuerpo, pero no toca su ambición. Discurseó en Madrid lo mismo que en La Habana. Su tesis de etapas de la rebelión boliviana quiere fundar escuela. Pero no se funda ésta ni con mentira ni con vanidad. Su ímpetu genocida, que no otra cosa hay en la obsesión de que las etnias del Ande invadan las tierras bajas, esclavizando y extinguiendo a los grupos nativos minoritarios, no presenta novedad. El asunto ya ha sido teorizado, expuesto, practicado, con dramáticos fracasos que ni el imperio de los narcóticos hará progresar. El encerrar al país con la invención de un virrey de fronteras pareciera pragmática medida, pero el gran marxista parece olvidar la dinámica de la historia, que no se sujeta a las abstracciones individuales de cualquier reyezuelo o eminencia gris, sino que se maneja por mecanismos propios ajenos a la decisión individual. Otra vez, quien lucra con la esperanza y destruye diciendo construir comete traición.
Qué decir del resto del entorno masista. Acorde con las dos cabezas de la hidra hablamos de un marasmo de ignorantes, rateros, borrachos, asesinos salidos de la masa informe, de quinientos años de brutalidad, de coca y alcohol que han nublado su vista. Por el otro, una cáfila de señoritos, maricas, drogadictos, ladrones, con la visión ofuscada del cobarde intelectual de izquierda local, con la avaricia y angurria de una clase acostumbrada a utilizar la lengua para verbo y como papel higiénico en la eterna brega de la provinciana política nacional, plurinacional o bolinacional, como mejor les parezca. Un puterío que con lista debiese marchar a la cárcel, ya que no hay paredones tan largos como para acomodarlos a todos.
Claudio Ferrufino - Coqueugniot es escritor.
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