Las jornadas en La Haya favorecen la estrategia en la que el país está
empeñado para retomar la condición de vecindad al Pacífico. A la
sensación de confianza se suman interrogantes que, en el corto plazo,
deben empezar a ser respondidas.
No se vislumbra cuándo la
pelota empezará a rodar para las siguientes fases de un juego supremo
para Bolivia, pero parece prudente analizar cuánto el país está
dispuesto a invertir. ¿Canje territorial? ¿Algo menos o algo más? ¿Algo
diferente? El tema cautivó a una audiencia que se congregó en la
Universidad Nacional Ecológica para escuchar las opiniones de
especialistas del tema en sus distintas facetas.
En un paquete
académico de seis en uno, Rubén Darío Cuéllar, Antonio Mariaca, Hugo
Siles, Karen Longaric, Alberto Zelada y Fernando Salazar concurrieron a
una invitación del rector de esa universidad, Carlos Hugo Molina, para
exponer puntos de vista sobre el tema que tiene a la diplomacia
boliviana bajo alerta máxima.
Cuéllar, ex cónsul adjunto en
Chile, partió de la premisa en que se apoya la gestión en curso: Bolivia
no busca revisar ni desconocer tratado alguno, sino recuperar cualidad
marítima. Enseguida, el catedrático Mariaca sostuvo que la Corte de La
Haya se declarará competente, pero solo al final de la ronda en curso,
para la que reclamó “cautela y buenos modales” pues “no es tiempo de
confrontación”. “Con La Haya o sin La Haya tenemos que negociar”. Cerró
su intervención abriendo puertas hacia el punto que quema en toda
discusión a la hora de la cuenta: ¿cuánto?
Hugo Siles, ministro
de Autonomías, aseguró que las reuniones del presidente Morales con
expertos nacionales antes de llevar la disputa a La Haya fueron una
consulta nacional y que el camino había sido cuidadosamente preparado.
En la ronda siguiente destacó las pérdidas económicas del
enclaustramiento. Karen Longaric, también profesora de Relaciones
Internacionales y exdiplomática, propuso a sus colegas hablar sobre las
bases jurídicas de las posiciones de los dos países y de la
intangibilidad de los tratados, angular en la diplomacia de Chile.
Un
plato más fuerte lo sirvió el ex vicecanciller y ex cónsul general en
Chile, Alberto Zelada. La delegación boliviana debió haber respondido de
inmediato “19 de diciembre de 1975” a la primera pregunta del tribunal,
sobre cuándo había concluido un acuerdo para negociar un acceso
soberano al mar, dijo. Aquella fue la fecha de la proposición formal de
Chile, producto de la reunión Banzer-Pinochet. Y sobre lo que debía
plantear Bolivia si llegase un nuevo momento de negociación, el punto de
partida debía ser esa fecha. La sala estuvo de acuerdo en que los dos
países habían ingresado a temas esenciales.
Fernando Salazar,
autor de una de las obras de biblioteca sobre la cuestión marítima
Desatando nudos, recordó que en La Haya no se está discutiendo una
salida al mar sino sobre reunirse alrededor de una mesa y negociar.
También partidario de fórmulas ‘subóptimas’ como alternativa
(‘supremacía territorial’, o todo, excepto soberanía plena), el
internacionalista mostró insatisfacción con el desempeño boliviano.
“Nuestra
respuesta no fue la más feliz”, dijo respecto a la primera pregunta –la
aludida por su colega Zelada- pero destacó la audacia del presidente
Morales al romper un ciclo en la ruta de la política marítima y avanzar
con la bandera de “los actos propios”.
Zelada prendió una señal.
En 1943, recordó, ocurrió un viraje en la política exterior boliviana,
que hasta entonces buscaba modificar el tratado de 1904. Ese año el país
entregó una memoria al secretario de Estado de EEUU reconociendo la
legalidad de la soberanía de Chile sobre la costa que había sido
boliviana. Pero enseguida subrayaba la necesidad que tenía de una salida
al mar, que esperaba satisfacer en entendimientos directos con Chile.
Sobre esa base llegaron las notas de 1950, Charaña y la proposición de
1975. El hito contrastaba con el peor nivel al que han llegado ahora las
relaciones con EEUU.
Con la sensibilidad de todo el país, Santa
Cruz sigue atenta las sesiones de La Haya. De aquí también han partido
propuestas para la mediterraneidad, algunas novedosas. Un estudio de
Germán Carrasco, de la Sociedad de Estudios Históricos y Geográficos,
planteó intercambiar territorios sin timidez. Si hubiere dificultades en
departamentos occidentales para un eventual canje ¿qué tal ofrecer un
área cerca a la frontera con Brasil? El estudio tiene un señuelo
inescapable: la zona sería imán para inversiones chilenas proyectadas
hacia Brasil y el Atlántico.
Los vecinos brasileños retribuirían
por las mismas razones, asociados al impulso exportador de la economía
chilena, en una dinámica que incluiría a todo el Cono Sur del continente
la vida política y social de Bolivia adquiere un dinamismo incesante sea porque los problemas básicos no llegan a resolverse sea porque no existe la voluntad política de asumirlos. Este sitio pretende hacer el seguimiento de los asuntos en mesa y traer al debate los que no están resueltos en la medida de la justicia, el derecho y las espectativas del hombre boliviano
domingo, 24 de mayo de 2015
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