Urdiendo una escapatoria



Álvaro Riveros Tejada



Con la reaparición de Leopoldo López, después de 35 días de angustiante y cruel confinamiento en la cárcel militar de Ramo Verde, totalmente incomunicado de sus más cercanos familiares, se advierte la inminente caída de la tiranía de Nicolás Maduro y la apertura hacia una nueva era en la política latinoamericana, diametralmente opuesta a la que tuvimos que soportar durante casi dos décadas de agobiante populismo.

Entre las múltiples soluciones viables que se estarían barajando, para dar paso a una solución del conflicto, fuentes allegadas al Palacio de Miraflores en Caracas dan cuenta que se estaría considerando el viaje de Maduro al Vaticano, con el fin de lograr la intermediación del Papa, para la concesión de asilo en Panamá, de una forma similar a lo ocurrido con el general golpista haitiano Raoul Cédras, en octubre de 1994, quien llegó a ese país caribeño, donde todavía radica, después de una ardua negociación con los Estados Unidos, consistente en la residencia norteamericana para una veintena de sus más estrechos colaboradores, y la subvención de los respectivos gastos de viaje. La justificación presentada por el Departamento de Estado en dicha ocasión fue que los gastos realizados se hicieron como una “contribución estadounidense a la democratización y pacificación de Haití”.

Si bien la situación venezolana actual es muy diferente a la haitiana de entonces, pues el Gral. Cedrás era un virtual agente de los norteamericanos, en términos   de la Real Politik no se excluye la solución del asilo para Maduro empero, las características de su régimen pseudoconstitucional lo torna una prenda de garantía para sus secuaces del crimen organizado, que saben que al no existir un mecanismo jurídico de corte internacional, ni un modelo de cooperación regional que permita rescatar a un Estado en esas circunstancias, sin violar su soberanía, como fue el caso del panameño Noriega, la liberación de Venezuela por ese medio sería difícil. De ahí que sujetos como: Diosdado Cabello, Tarek el Aisami y los cubanos no lo permitirían, ya que frente al mando de la nación se tornarían muy vulnerables a la justicia, por su connivencia con el narcotráfico, el terrorismo y porque para la dictadura cubana es un caso de vida o muerte.

Entretanto, esta feliz o infeliz iniciativa vaticana acaba de sufrir un revés al enterarse del imprevisto rompimiento con el régimen de Maduro decidido por la poderosa Conferencia Episcopal venezolana, que incluye una cuarentena de obispos y dos cardenales, rechazando su convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente y exhortando a los 22 millones de católicos venezolanos, y a la población en general, a no resignarse y a levantar su voz de protesta ante dicha “innecesaria Constituyente”, pues los venezolanos necesitan alimentos y medicamentos, además de libertad, seguridad personal y jurídica y ante todo mucha paz. En su tajante declaración, los prelados acusan también al régimen de querer imponer “el Socialismo del siglo XXI”, que es “un sistema totalitario, militarista, policial, violento y represor”.

Bajo estos términos, la solución a la aberrante crisis que sufre Venezuela pareciera estar cada vez más lejana empero, estamos seguros que ya se viene urdiendo una pronta escapatoria.