UN HERMOSO REGALO DE
NAVIDAD
Walter H.
Zuleta Roncal
¡Albricias! ¡Los bolivianos debemos sentirnos
alborozados! ¡El Estado Plurinacional ocupa ya el tercer lugar –peleando por el
segundo- en la producción mundial de hoja de coca! ¡Cuánta felicidad, este
notición es el más grande regalo de Navidad que podíamos imaginar!
Y tan emotiva información me transporta en el
tiempo a esos lejanos años cuarenta en los que nuestros maestros de escuela,
haciéndose eco de los medios de comunicación y de la propaganda oficial, se empeñaban en elevar el orgullo de mi
generación porque nuestro país llegó a ocupar el tercer y alternativamente
el segundo lugar en la producción
mundial de mineral de estaño. ¡Y cuánto
engreimiento generaba esa realidad! ¡Alcanzar
ese sitial con dominio de tecnología de punta de la época y contar con los
recursos naturales que entonces suponíamos eternos!
Ese sueño redituaba a su vez especiales
beneficios dignos de mención, aunque no
aplicables a toda la República. Por ejemplo, la provincia Bustillo que abarcaba
menos del 5% del territorio y albergaba al 40% de la población total del
Departamento de Potosí llegó como ninguna otra provincia nacional a incluir en
su haber ferrocarril expresamente construido (Oruro-Machacamarca-Uncía),
carreteras de primer orden, pista de aterrizaje, mediana fundición, prestigiosa
escuela de enfermería, comunicación telefónica interna y telegráfica
interdepartamental, instalaciones deportivas y habitacionales y algunos otros
servicios como la “pulpería barata”, concedida a trabajadores de las grandes
empresas mineras. Tal estado de cosas no permitió advertir por entonces que esa
alta producción minera bien pudo generar mayores ingresos económicos de haber
contado el país con una alta fundición de estaño. Pocos entendieron además que
la exportación de minerales no beneficiaba al Estado en el margen apropiado, ni
que a escasos treinta kilómetros de esta provincia favorecida por los avances
de la tecnología minera del Siglo XX se abría una diferente realidad con la
clase campesina sometida a usos y costumbres de la época feudal, producto
del desarrollo anormal de la Economía
que siempre ha asolado a Bolivia.
Mas, todo eso ha dejado de tener relevancia y
hoy principalmente por la adicional complacencia que nos proporciona la ONU. ¡hemos
llegado también al tercer lugar –peleando por el segundo- en la fabricación de
cocaína! ¡Y el segundo –pugnando por el primero- en el rubro de distribución en
América Latina!
¡Qué sorpresa! Y yo que, ingenuo como soy, pensaba por aquello de la “hoja sagrada” u
“hoja divina” o “coca no es cocaína” con que nos atiborró la retórica
oficialista, que la superproducción lograda por cocaleros se destinaba al consumo tradicional y legal
de nuestra población que
igualmente creció en densidad por el retorno masivo de emigrantes y otras
acertadas medidas de política demográfica de nuestro gobierno.
¡Cuánto júbilo! Que no hubiera sido posible de
no mediar la conducción de nuestro preclaro comandante Evo Morales Ayma y su
eficaz equipo de colaboradores que implantaron eficiente política económica y
social que sabiamente incrementó de modo ilimitado, la inversión, ayuda y
protección del Estado al sector cocalero, privando a su vez, por razones de orden estratégico y
planificación, de iguales beneficios a
otros sectores de la actividad agropecuaria.
Esta y otras medidas de similar envergadura han
colocado al Estado Plurinacional en el nivel de expectativa mundial que hoy nos
llena de satisfacción. La explotación e industrialización del hierro del Mutún,
apenas pendiente para su inicio, de un
juicio internacional con la empresa contratada. La fabricación de automóviles eléctricos para
aprovechar nuestras reservas de litio
cuya explotación intensiva ya casi empieza. Creación de bonificaciones de atractivo electoral a diversos sectores del pueblo con
financiamiento de la fuente más segura que es el Tesoro Nacional. Adquisición del “ Air Force One”, lujoso avión
para ampliar las relaciones exteriores y satisfacer la curiosidad del jefe de
Estado sobre exóticos países del planeta. En comercio exterior, sustitución del
antipático mercado estadounidense para nuestras exportaciones, por otro formado
por países afiliados a ALBA, que aunque en conjunto no alcanzan a cubrir ni la
milésima parte del volumen del comercio con USA, constituyen en cambio fuente
de inspiración y de intercambio político doctrinal para nuestro jefe de Estado
Plurinacional.
Y la más emblemática de todas, la
nacionalización de hidrocarburos y consiguiente expulsión de empresas
petroleras extranjeras, más el renacimiento de YPFB. La magnitud de esta
realización merece digresión respecto a su contenido y desarrollo.
Se dice que antes de este histórico
acaecimiento, más de 40 empresas petroleras extranjeras mediante contratos con
el Estado , invirtieron recursos y tecnología en exploración y explotación de
hidrocarburos, accediendo –en porcentaje promedio- al 82% de los ingresos brutos generados por
esta actividad, mientras que el Estado percibía apenas el 18%. Se menciona
también que de este modo el país pudo confirmar el volumen de sus reservas
gasíferas como segundo posible productor en América Latina .
Por estas razones don Evo Morales Ayma y su
brillante equipo revolucionario ejecutaron la nacionalización de hidrocarburos
expulsando a las empresas extranjeras y devolviendo “la dignidad al pueblo
boliviano”.
Finalizada la fanfarria el asunto quedó
definido con la modificación de los contratos respectivos, guardándose el
Estado, representado por YPFB el 82 % y otorgando a las mismas empresas
extranjeras apenas el 18%. Por alguna omisión involuntaria, el Gobierno no
informó que anteriormente el 82% de las empresas cubría además de sus
utilidades el pago obligatorio de impuestos al Estado, de regalías
departamentales y los costos de operación, de financiamiento y de contingencia,
que a partir de la “nacionalización”
pasaron a ser de responsabilidad de la empresa estatal.
No deja, sin embargo, de existir gente
malpensada que abriga todavía dudas importantes: ¿cumplirá YPFB , del mismo modo que las empresas, el pago de
impuestos, regalías y utilidades mejorando los ingresos del Estado? ¿O tendrá como empresa estatal, que cubrir
estos rubros con créditos del Tesoro Nacional o del Banco Central? ¿De qué modo podrá asegurarse una explotación
eficiente si los inversores exigen un país con seguridad jurídica? ¿Será cierto que en circunstancias en las que
se considera eficiente y exitoso un negocio que percibe utilidad fluctuante entre
el 8% y 10% de su inversión, la “nacionalización” haya asegurado para las
empresas extranjeras un ingreso seguro e inamovible del 18%, liberándolas de toda
otra obligación?
Estas y otras maledicencias como las que
señalan que de potenciales exportadores de gas nos hemos transformado en
importadores de gasolina y gas licuado amén del diesel. Que igualmente hemos
dejado de producir azúcar, harina, legumbres, hortalizas y hasta frutas que
ahora importamos como nunca se vio en la antigua República de Bolivia, deben
quedar definitivamente descartadas ante la noticia proporcionada por la ONU que
nos afirma en el convencimiento que el Estado Plurinacional en el rubro de
fabricación de cocaína, dentro de muy breve tiempo logrará un meritorio segundo
puesto, peleando por el primero.
Washington, Diciembre 29, 2011
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