El NO se hace a mano y sin pedir permiso
Susana Seleme Antelo
No es un sueño, como cantaba Silvio Rodríguez, sino un futuro deseado y
posible, a partir de la razón democrática. Por eso hay que
votar NO en el referéndum del próximo 21 de febrero, grosera maniobra con máscara de reforma constitucional, que solo busca la
reproducción en el poder de la dupla Morales-García
Linera, más allá del 2019 cuando cumplirán su tercer mandato. El 22 de enero de
2016, cumplen 10 años en el poder, pero lo quieren por tiempo indefinido.
Se trata de un NO a conciencia, sin prebendas, falsas ilusiones, o la falacia indígena-originario-campesina,
ya olvidada en el discurso oficialista, como la defensa de la madre tierra, bien ‘secada’
como el lago Poopó. Los 10 años de bonanza económica, por el incremento de
precios en el mercado internacional de materias primas, no transformaron el
patrón de acumulación primario exportador de la economía boliviana. Tampoco hubo inversión productiva con uso
intensivo de mano de obra que generase empleo digno y salario justo con
beneficios sociales. La clase obrera ¿se fue al paraíso o al infierno, cooptada
por el oficialismo?
La razón democrática del NO, busca la vigencia de un régimen político abierto, pluralista
y una forma de gobierno con alternancia
en el ejercicio del poder, lejos del partido único que Morales-García Linera pretenden imponer en
Bolivia. El NO deber exigirles independencia de poderes, administración de justica proba e idónea, y respeto a los Derechos Humanos. La razón democrática del NO a los impulsos
continuistas del binomio oficialista, busca un sistema político en que los ciudadanos
debatan y juzguen las políticas públicas, el gasto, las inversiones, la pertinencia
de las medidas que esgrimen gobernantes y representantes, con transparencia y rendición de cuentas.
El NO debe buscar la igualdad jurídica ante la ley: un ciudadano un voto, lejos de la disputa entre
igualdad de oportunidades e igualdad de resultados, que debieran ir de la mano,
para buscar equidad social.
Hay que votar NO para extirpar de Bolivia las perversiones judiciales que emanan del poder
político, aplicadas por un Órgano Judicial corrupto y extorsionador, en contra de la oposición política y de quienes
piensan diferente. Dos ejemplos: el
complot contra las autonomías, conocido como ‘caso terrorismo-separatismo’, con
39 imputados, hace 6 años, a quienes se les atribuye un hecho penal
“inexistente”: terrorismo, según el constitucionalista William Herrera. Ese
‘caso’ tuvo tres víctimas por una ejecución extrajudicial- 16 de abril de 2009-
crimen por el que no se juzga ni a los autores materiales ni intelectuales: los del régimen. Suficiente
para votar NO. Y Porvenir -septiembre 2008- con un preso sin sentencia desde
entonces, Leopoldo Fernández, autonomista exprefecto de Pando.
Después de 33 años de la conquista de la democracia, arrancada a las
dictaduras militares, Bolivia vive desde hace 10 años una dictadura maquillada de demócrata, que asume
los procesos electorales como simple método. El NO en el referéndum de febrero 2016, es para reconquistar la democracia hoy conculcada,
para impedir que ganen legalidad y legitimación formal mediante el voto.
Algunos pueden ser limpios y otros ‘retocados’ por fraudes y ‘chanchullos’,
merced a unos órganos electorales ciegos, sordos y mudos pues están
subordinados al poder político. Les deben el cargo.
Contra toda esa parafernalia que desmanteló la institucionalidad
democrática, que dio luz verde al despilfarro, la irracionalidad de obras sin
oficio ni beneficio, a la corrupción rampante y al narcotráfico, la sociedad boliviana debiera votar NO en febrero próximo. Un régimen que confronta y polariza al país por un SI que les favorezca,
que amenaza y amedrenta con catástrofes cósmicas, si ganase el NO, no merece la oportunidad de una re-re-reelección.
El régimen decidió hacer el referéndum cuatro años antes de concluir su
mandato, en enero del 2020. Saben que, a
despecho de las infladas cifras de crecimiento, Bolivia ya registra una perdida
anual de ingresos que superará los 4 mil millones de dólares por el estrepitoso
descenso del precio del petróleo, que determina el del gas de exportación. Y a
pesar de esa realidad económica y geopolítica contundente, que escapa a todo
margen de maniobra, los voceros oficiales y oficiosos ‘le cuentan’ al país que se explora, se perfora y se explota como
si la industria petrolera fuese hacer un hueco en la tierra con agua y un
palito. Por si fuera poco, ofrecen exportar gas a otros países limítrofes, sin
haber descubierto nuevos pozos y sin asegurar el consumo interno. Esa mentira
descomunal merece un NO.
El fin de la bonanza adelantó el referéndum, pues hacerlo más allá de 2016, era un riesgo que no querían
correr, para no perderlo. Pueden perderlo, pese a las apretadas encuestas y a
la millonaria maquinaria de prensa y propaganda que gasta los recursos de toda
la sociedad para el propio y particular beneficio de la reproducción en el poder
de Morales-García Linera.
La razón democrática del voto NO, es para ‘arar’ el porvenir con un sistema de libertades
y garantías individuales y colectivas, sin desechar las tensiones que incuba toda
sociedad con sus pluri-múltiples determinaciones. Las de clase –y toda la ‘antipolítica’
corporativa de los movimientos sociales- las ideológicas, las
territoriales-regionales, las étnicas, de género, generacional y de
conocimiento, para que ningún oficialismo satanice, persiga y descarte aquellas
determinaciones que no le son afines. Amen de
obligar al exilio a cientos de personas, como los casi mil exiliados
políticos del régimen de Morales.
El NO debe desenmascarar a los izquierdistas bolivianos del Socialismo del siglo XXI: impostores,
populistas, autoritarios, centralistas y represores. Frente a
ellos, la alternativa de cambio real
para Bolivia, debiera ser un NO el 21 de febrero próximo, sin pedir permiso a nadie.