miércoles, 18 de marzo de 2015

Fides que nunca ha sido desmentida por Evo, ofrece esta crónica de lo declarado en Caracas "nuestros jóvenes están dispuestos a venir acá a combatir para defender a Venezuela"

El presidente, Evo Morales, manifestó este martes en la cumbre de La Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) en Caracas que el gobierno está dispuesto a “combatir” una posible intervención o invasión de EEUU en Venezuela.



“Bolivia es la hija predilecta de Simón Bolívar y expresa toda la solidaridad y las juventudes dispuestos a venir hasta acá a combatir acá frente a cualquier intervención, invasión de parte de EEUU. No vamos a permitir, somos una familia grande, somos la patria grande”, señaló Morales en su alocución en la cumbre.

La autoridad llamó a la unidad de las naciones latinas para el respaldo y apoyo a Venezuela y reafirmó la solidaridad de Bolivia con Venezuela.

Reiteró que el presidente Barak Obama debe levantar el bloqueo económico a Cuba y la declaratoria a Venezuela de amenaza contra su nación antes de la Cumbre de las Américas.

“Si Estados Unidos, mediante su presidente,  quiere hacer una buena historia una buena letra debería acabar con estos decretos donde declara como amenaza a Venezuela para Estados Unidos”, señaló.

La ALBA reúne en Caracas a los máximos representantes de los países del bloque con el fin de definir su posición para la Cumbre de las Américas que tendrá lugar en abril, en Panamá, y en medio de la actual tensión entre EEUU y Venezuela.

P.S. se dan cuenta los lectores. tamaña temeridad del Jefe de Gobierno de Bolivia, nada menos anunciar que la juventud boliviana está dispuesta a tomar las armas para combatir en contra de los EEUU, en defensa de Venezuela y del chavismo? es sin duda una osadía, una temeridad, por lo decir un dislate. ya los críticos han dicho que se trata de una "evo.melgarejada".

domingo, 15 de marzo de 2015

cuando Carlos Mesa aceptó ser vocero en el tema del Mar, dejó claro que en lo demás mantendría su independencia de criterio. ahora pregunta sobre la deuda interna. corregir la expansión del gasto. compensación a los departamentos por el menor ingreso. sostenimiento del valor de camio. subvención a los hidrocarburos. pagar obreros del Estado sin que produzcan?

A lo largo de nueve años, el Gobierno del presidente Morales ha vivido una experiencia en la que se ha combinado un proyecto histórico, aún en desarrollo y parte de un intenso e irresuelto debate, con una coyuntura económica única en todo nuestro pasado republicano. Esa afortunada circunstancia le ha permitido proyectar una imagen interna y externa de éxito cuya prueba de consistencia se verá ahora.
Desde el punto de vista de la economía, vivimos desde fines de 2005 un promedio espectacular de precios internacionales de nuestras materias primas, potenciados con la incorporación del IDH (2004-2005) y el decreto de 1º de mayo de 2006, lo que propició ingresos inimaginable. Entre 2006 y 2015 las exportaciones bolivianas tuvieron su eje rector en los hidrocarburos que han representado entre el 50 y 60 por ciento del total. A ese porcentaje se suman los minerales y los granos. La “multiplicación de los panes y los peces” le permitió al Gobierno una estabilidad económica extraordinaria, que hizo posible que las acciones políticas y sociales no tuvieran que hacerse sobre la incertidumbre, sino, por el contrario, sobre una base sólida que garantizó una percepción optimista y confiada de la sociedad.
El patinazo más dramático del Ejecutivo, el intento fallido de un alza del precio de los hidrocarburos en diciembre de 2010, que amenazó la estabilidad del Gobierno casi tanto como la crisis política de septiembre y octubre de 2008, se diluyó casi completamente. Para el 2012 la popularidad del Primer Mandatario se recuperó y se mantuvo en permanente ascenso disipando cualquier nubarrón que pudiese ser aprovechado por una oposición que no encontró, ni ha encontrado todavía, un norte que le permita presentarse como una alternativa.
Uno de los ejes fundamentales de todo el andamiaje de este proceso político ha estado en el Ministerio de Economía y Finanzas. El ministro Arce demostró un manejo adecuado de la macroeconomía en todos sus ámbitos, manejo acompañado por la exhibición de unas cifras simplemente impresionantes. Tamaño del PIB nacional, crecimiento anual de ese PIB, inflación controlada, reservas internacionales, superávit fiscal, son contundentes.
En ese camino, sin embargo, se tomaron algunas decisiones que pueden cobrarnos factura ahora. Un crecimiento desmesurado del gasto público y un incremento también exagerado de la administración pública con su consiguiente impacto salarial. La recuperación del rol protagónico del Estado en la producción generó consecuencias adicionales en el gasto. Tanto YPFB como Comibol (Huanuni para ser precisos) volvieron a cargarse de miles de nuevos trabajadores que no necesariamente guardan la relación correcta de productividad que la industria moderna exige en un cualquier parte del mundo.
El crecimiento de la demanda interna que ha sido, sin duda, uno de los elementos que ha dinamizado más nuestra economía, agrandó exponencialmente las importaciones. Tampoco la relación entre importaciones de bienes suntuarios y de consumo, con la importación de bienes de capital vinculados a la producción, responde a los objetivos de una economía que esté realmente en proceso de transformación. Finalmente, contra toda opinión, el Gobierno apostó por un cambio fijo manteniendo el valor de la moneda que, ante el fortalecimiento significativo del dólar, encuentra hoy la realidad de un boliviano sobrevaluado. Esa política, cuyos resultados no se pueden discutir hasta hoy, entra en una franja de riesgo si se convierte en algo dogmático e inamovible.
Los pros y contras de lo hecho hasta ahora estuvieron siempre bajo el brillante celofán de unas cifras macroeconómicas que no permiten discusión. Esa realidad llevó al Ministerio de Economía a prever que el crecimiento económico del 2015 estaría muy próximo al 6 por ciento, sobre la premisa de que la grasa acumulada en casi una década permitiría a Bolivia pasar el trance de la caída de precios con tranquilidad. Los datos del primer trimestre de este año muestran, sin embargo, que la caída de precios en prácticamente todos nuestros principales rubros de producción es profunda y probablemente sostenida en el tiempo. Los efectos son inescapables, una caída en los ingresos, una disminución del IDH con consecuencias importantes para las regiones, un crecimiento menor y un déficit fiscal (4,1 por ciento) más alto de lo que una economía saludable puede asumir razonablemente.
En ese contexto, algunas preguntas a responder son: ¿La deuda interna no es ya un lastre demasiado grande? ¿Se puede corregir la expansión del gasto y sostener aquel gasto que se ha convertido en estructural? ¿Cómo se compensa la disminución de ingresos en los Departamentos? ¿Se puede sostener un cambio oficial inamovible a 6,96 en el largo plazo? ¿Los precios internos de los hidrocarburos pueden mantenerse sin alzas? ¿La productividad de las empresas estatales podrá pagar los salarios de sus trabajadores sin subvención?   El autor fue Presidente de la República.

jueves, 12 de marzo de 2015

Paulovich nos recuerda la frase genial de Evo

"caiga quien caiga" para que nadie caiga



Después de haber oído decir al presidente Evo su célebre frase: “¡Caiga quien caiga!” referida al asunto de malos manejos millonarios en el Fondo Indígena, dije a mi socia periodística: “¡Vaya a recoger a los “caídos” por tal asunto y pregunte si se arrepienten!”
La cholita montó en mi motocicleta Harley Davidson y dejé de verla varias horas.
Cuando ya dudaba del éxito periodístico de mi pupila, llegó sudorosa y fatigada para contarme que la frase presidencial fue vana porque todos los “caídos” que encontró se hallaban ilesos y hasta se rieron de mi reportera a quien calificaron de “ilusa” y de chola cochabambina metiche y entrometida.
Quise aliviar las ofensas inferidas a una periodista que sólo cumplió su deber profesional y me atreví a sugerirle que entrevistase a nuestro Presidente Vitalicio y le hiciese saber que sus órdenes no son acatadas ni siquiera por sus dirigentes muy próximos, pero la cholita sonrió ante mi senil ingenuidad.
Mi comadrita que, como ustedes ya saben, es muy perspicaz, continuó explicándome los vericuetos de ese laberinto que se originó en los malos manejos del Fondo Indígena que seguramente dolieron al gobernante y le obligaron a lanzar su frase genial de que esos hechos serían investigados y serían sancionados “caiga quien caiga”.
La valerosa cochabambina (descendiente de la Heroínas de la Coronilla) me dijo: “Nuestro Presidente que es muy astuto dijo ‘caiga quien caiga’ pero a continuación dotó de paracaídas a todos sus amigos para que ninguno cayera y todos salvaran el pellejo”, lo cual le pareció a Macacha una demostración de astucia política muy propia de los altoperuanos, que somos todos nosotros.
Con la audacia que la caracteriza, mi reportera cholita se permitió decirme: “Yo me atrevería a decir, enmendando la frase presidencial el siguiente enunciado: “¡Caiga quien caiga para que nadie caiga!”, frase que me pareció genial y que se ajusta mejor al curso de los hechos que sucedieron y que continuarán su curso mañana y los días venideros.
Adaptando tal frase a nuestras vidas, Macacha me dijo al concluir la redacción de esta columna periodística: “Ahora, hablando entre nosotros, quiero decirle, compadrituy: ‘Caiga quien caiga’ nuestra amistad profesional no caerá nunca, como tampoco caerán las autoridades del desfalco a los dineros del Fondo Indígena. Se lo digo yo, Macacha viuda de Racacha, su comadre y colega periodística”.

domingo, 8 de marzo de 2015

basado en unas ideasexpuesta por Natalia Fernández, Carlos Mesa explaya su pensmiento sobre "la nueva burquesía aymara" tomando como referente la ciudad de El Alto cuyo crecimiento tiene que ver con la preponderancia quéchua - aymara también en SC y otras regiones de Bolivia.

Natalia Fernández escribe un sugerente artículo titulado “La nueva burguesía de la globalización aymara” en la que hace el análisis de una realidad que tiene que ver con las transformaciones de Bolivia en los últimos años. Valgan algunos apuntes sobre el tema.
Quien haya visto el crecimiento de la ciudad de El Alto (fundada en 1985) sabe que este fenómeno no es el producto de una varita mágica que tocó a la urbe en enero de 2006. Ya en el año de su creación El Alto, entonces y hoy parte consustancial de La Paz, contaba con más de 350.000 habitantes. La permanente agregación de la dinámica económica quechua-aymara, no sólo en su región de origen sino en todo el territorio nacional, tiene que ver con elocuentes políticas de Estado, la más obvia la ejercida en la década de 1950, denominada colonización de tierras bajas que se ejecutó con políticas dirigidas de migración de población andina a los llanos.
En los años 90, dos circuitos fundamentales de comercio y servicios estaban ya copados por importantes cadenas de poder económico andino, los mercados de abasto y el transporte tanto pesado como de pasajeros. Me tocó, siendo Presidente, asistir al desfile departamental de Santa Cruz (2004). El paso de los integrantes de los sindicatos y organizaciones de los mercados, comerciantes minoristas y otros -el 90 por ciento de ellos quechuas y aymaras- era interminable. Estaba claro que en la capital oriental, en Montero, Warnes y otras poblaciones importantes de la región, la presencia de poderosos comerciantes de las alturas era ya una realidad incuestionable. Esos circuitos de abasto y transporte ya asentados, recibieron un impulso extraordinario durante el actual Gobierno en dos direcciones: la primera y más importante, su afirmación por la vía del reconocimiento explícito y el orgullo de copar de manera significativa los espacios más importantes del poder político; la segunda, el ciclo de bonanza económica que multiplicó por cinco el tamaño de la economía del país con el efecto consiguiente.
Contamos en Bolivia con innumerables ejemplos de una presencia cada vez más dominante de una sociedad indígena y mestiza que tiene presencia relevante en varios sectores. En la producción agroindustrial baste ver el norte integrado cruceño y su participación de pequeña, mediana y gran producción en la soya, arroz, etc. En la producción textil, especialmente en pequeños y medianos núcleos productivos alteños y de otras ciudades. Presencia dominante, cuando no excluyente, en comercio y transporte en todo el territorio nacional. Presencia crucial en los puntos más calientes de la economía      –nuestras fronteras– que están en el borde de la legalidad o en la ilegalidad explícita. Es muy difícil entender los mecanismos de movimiento económico en puntos como Yacuiba, Cobija, o Pisiga, sin el circuito de control de esa nueva burguesía. Recordemos, en la otra punta, los boyantes mercados de la Eloy Salmón, la Huyustus, la Cancha o las Siete Calles.
La presunción de que es un fenómeno nuevo es, sin duda, una falsificación de la historia. Se trata de un proceso de agregación que viene gestándose desde hace décadas, al que el nuevo modelo político le ha conferido una identidad específica (que no es poco). La sedimentación de esa construcción se expresa en la arquitectura estridente y espectacular de los salones de fiestas alteños, de los ya populares “cholets”, en la explosión cargada de orgullo de sus grandes fiestas. Explosión que se subraya hoy pero que viene de una larga y profunda historia anterior.
La “nueva burguesía” no es tan nueva, pero en lo que es muy antigua es en sus fundamentos. Su vitalidad está fundamentada en una deidad milenaria, la misma de los fenicios, la que sistematizó un filósofo de la economía en el siglo XVIII, su dios se llama Mercado, su magia y sus poderes están basados en dos pilares mágicos y “perfectos”: oferta y demanda, que se mueven a partir de una premisa de oro, libertad, expresada en la libre oferta y demanda y la sacrosanta propiedad privada. Ese dios, el Mercado, sin regulación ni control de ninguna naturaleza, genera efectos benéficos y perversos. La sociedad andina diseminada en toda nuestra geografía transmite esos efectos. La economía crece y se multiplica. Comercio y servicios son parte de ese reino que muestra un vigor admirable. Pero también crecen y se multiplican la corrupción y las acciones delincuenciales. También crece y se multiplica el abuso de quienes trabajan bajo ese régimen que no pueden ejercer ninguno de los derechos del Código del Trabajo.
La nueva burguesía quechua-aymara, mestiza ya en sus patrones culturales, no es ni mejor ni peor que aquella a la que sucede o con la que aún comparte espacios. Lo que sí está fuera de toda duda es que esa clase emergente no tiene nada que ver con la complementariedad andina y la retórica de los sagrados y casi perfectos valores originarios prehispánicos.

martes, 3 de marzo de 2015

Dante Pino nos relata otros tiempos, su trabajo en el Banco Central, el acarreo del dinero y los cambios, aunque previene "ciertos cambios no los quiero"

Toda la revolución que estamos viviendo muestra una serie de cambios substanciales que modifican de manera profunda nuestra cultura y creencias con las que hemos venido conviviendo estos años. Yo recuerdo cuando ingresé al Banco Central de Bolivia, allá por el año 1972, un año después de que el general Banzer derrocara al general Torres, las máquinas calculadoras mecánicas con las que trabajamos, los libros de contabilidad como enormes biblias en los cuales había que escribir, las cintas kilométricas llamadas huinchas, que debíamos recorrer cuando saltaba una diferencia. Y cada uno de nosotros en el departamento de contabilidad era una pieza del conjunto, de cuyo resultado dependía el final del día. 

Como era joven, 22 años, y quería unos pesos extras, siempre me brindaba para llevar remesas, es decir, dinero en maletas para llenar la bóveda de los bancos en las provincias, esas maletas se depositaban en los vagones del tren, nos daban una dotación de revolver con el tambor lleno de balas y listo, a dejar el encargo. 

Una vez llegué a Tupiza casi al amanecer y no había un alma esperándome, el tren me dejó con tres maletas llenas de dinero, me quedé parado, en medio de la nada esperando un milagro, que se presentó bajo la forma de un buen hombre con una carreta, que sirvió para llevar las maletas a duras penas, hasta la sucursal del Banco del Estado. Tuve que golpear la puerta con la cacha del revólver y gritar que me abran. Salió el encargado somnoliento y le entregué el dinero. No sé si alguien en el pueblo se enteró, pero en esas maletas había como tres millones de pesos bolivianos. 

Casi al medio de los ochenta cuando el Banco Central decidió mudarse a su nuevo edificio, justo al frente del que ahora se ha convertido en la sede de la Vicepresidencia de la República, los libros, huinchas, las maquinas mecánicas, comenzaron a mudar por otras, electro-mecánicas, eran más rápidas y las operaciones se podían contabilizar mejor, las comunicaciones mejoraron, ya no se usaba el “cambio y fuera” gritando, se podía hablar con calma y la administración decidió comenzar a usar las computadoras, habilitando un enorme espacio para albergar enormes cajas con cintas grandes, donde llegaron los ingenieros que comenzaron a darnos claves y signos para hacer el trabajo más fácil, lo que no fue cierto, porque se hizo más complicado y ese principio fue el caos tratando de ordenarse. Pero el progreso se abrió paso junto con las formas que se hicieron más agiles y con mejor contenido. 

Pasar de lo mecánico a lo electro-mecánico y luego a la computación e informática ha sido una revolución en todos los sentidos de mi vida. En cada ocasión, mi generación ha tenido que saber acomodarse, reaccionar y aplicar la nueva realidad en su manera de ver el mundo, de relacionarse y de convivir. Quizás eso explica nuestra conducta generacional de aceptar el cambio permanente como algo normal y cotidiano, pensando que lo que tenemos ahora cambiará mañana sin mayor trauma. 

Me pregunto si esa remesa que llevé a Tupiza en tres maletas con tres millones de pesos en ellas, y sin que haya sucedido nada, ahora sería posible hacer sin que nadie se entere. Utilizo mi android y transfiero o recibo dinero sin salir de casa, pago mis cuentas y espero que llegue mi pizza, compro boletos para el cine, envío mensajes a cualquier parte del mundo, me informo al minuto sobre lo que acontece y ya nada me causa impresión, porque lo que pasa aquí sucede allí. 

Lo que no puedo aceptar aún, es la permisividad social para sostener a un grupo de personas, que manipulando el voto, se hacen del gobierno y delinquen y agreden y roban y asesinan usando toda la tecnología que tenemos para engañar, tergiversar y hacernos creer que estamos en el mejor de los mundos, como si todo ello fuera parte del cambio que queremos.